sábado, 30 de enero de 2010

De pie

Vigilantes desde las alturas, desayunando con el sol y cenando con la luna. Allí, arriba, como todo lo imponente, pero que da abrazos, parados en esas partes ocres de esos oxidados gigantes que yacen con la boca abierta gritando y resistiendo aun a la imposicion.

En este pabellon hay pocos blancos, en esta universidad no hay amerindios (o porteñamente llamdos negros) y no vaya a ser que se le ocurra entrar al boliche, la casa se reserva el derecho de admisión. Los Quilmes batallaron 200 años a piedra limpia, resistiendo. El cacique tiene el power y se rinde, con la condición que la tribue camine desde el Norte de Tucumán hasta Buenos Aires para perder su lugar y su identidad, su lugar sagrado. Aunque el Tata Inti ilumine hasta a las cucarachas abajo de los ladrillos hay poca luz.

Ahora hay piqueteros en las calles porteñas a piedra y honda. Hay humito que hace llorar y arrollidillarse al nuevo cacique y sino desempleo. Todo es miedo, todo es barbaro frente a esa civilización que le da de comer al extranjero. "Para que los hijos de los obreros coman mejor que los perros de los patrones" Villas miserias super pobladas de gente desplazada de sus lugares, por necesidad, esa cosa que le llaman libre mercado que de libre no tiene nada y que no es más que poder, intereses y desidia politica.

La sangre sigue en los cerros, ahora seca. Los guerreros inmortales nos miran desde arriba pidiendo respeto, sentir para aquel que busque algo más que la foto. La montaña ruge y despide luz por las noches, la sensación de vacio habla de la muerte y no le pasa al otro, sino a nosotros. Vejez, enfermedad y muerte, mensajeros que olvidamos, siempre le pasa al Otro, ese que esta lejos, no lo conocemos, no nos importa saber más de el. Por favor Silencio! No vayamos a darnos cuenta que estamos pisando las nubes y que el cielo puede estar en la tierra. Todo sistema financiero y religioso funciona con la promesa y la confianza.

Así que tu Taíno lucha tu yuca, lucha tu yuca, que el cacique mandó cartones a contar y al indito todavia le pagan con espejitos. Hay huracán, macana y un trozo de cabuya
y un humito de cohíba pa´ mabuya. Reunión, desfile y ritual, porque el cacique tiene el power y la vida rutina se vuelve suplicio.

El Chacal de la Salamanca, todas las noches sus manos buscan tus pies y te arrastran de la cama. No te das cuenta, pocos sabemos los hombres acerca de las consecuencias de nuestros actos, movimiento y comunicación. Queríamos ganar dinero o ahorrar, y así explotamos a un niño más y no lo sabemos. El conquistador no hizo callar a los tambores pero los produce y comercializa, la rifa tenia de premio un pijazo y vos tenias todos los numeros, así que ahora aguantá. La historia no se repite dicen los cientificos, mandinga se retuerce en el rincon mostrando el diente delator y es así y es así, todo vuelve. El sin posibilidad en rejas, privado, privada educacion, privada salud, esta gente sabe de probabilidad o leyeron algo de historia, tal vez, tal vez eso explica la quema de huertas organicas barriales, no sé, no sé porque escribo. Eso de mostrar un universo interior, ¿Que universo? Solo tengo poesias de vino y algun grito que suena a posta cuando se deja oir, ojala lo escuchara. Ocluido estamos, atomizados y nos juntamos y la vanidad empieza y no sabemos para que jugamos, tal vez en la historia este la posta.

El gauchito gil me dará siempre más paz que cualquier iglesia colonial.

Lo que dentra a la cabeza
de la cabeza se va.
Lo que dentra al corazon
se queda y no se va mas
Lo que dentra a la cabeza
de la cabeza se va.
Lo que dentra al corazon
se queda y no se va mas

martes, 19 de enero de 2010

De marxistas y payasos peruanos

Si bien hoy salió el sol, te das cuenta que el cuello quedó duro de tanta bufanda y que el dedo gordo te duele en un lugar insólito, justo debajo de la articulación.
Que el dedo gordo tiene articulación, muy útil para saltar escalones de dos en dos.
La cáscara se cae y la pulpa se mezcla con la tierra. La casa blanca se puso gris de nuevo y el durazno ya no sangra porque es solo carozo, ya no es durazno.

Te quedaste desnudo. No, eso es lo que te haría falta, mirarte un poco el cuerpo. Estas vestido, tus ropas raídas. Parado junto a un hombre a rayas que puede encontrar gracioso un terremoto en Puerto Príncipe. ¿Y vos?
Yo me miro, la ropa hecha andrajos, y no puedo encontrar en mí otra diferencia con aquel payaso peruano que alguna noción de buen gusto, los límites de lo decible.
La angustia viene de la imposibilidad de poder nombrar a eso como otro, de hacerlo ajeno.

Somos justo de cuando se cayó el muro, y aunque nos importe poquísimo, robamos lo que encontramos en el armario de los abuelos y con eso hacemos un rato. Si encontrás una boina podes jugar a ser italiano, mendigo, inmigrante, o italiano mendigo inmigrante, pero no podes hacer cualquier cosa. Sobre todo no podés porque da la casualidad que vos venís del mismo lugar que la ropa de tu abuelo. De un armario.
Así que sí, el muro se cayó y Pocahontas le dijo a su padre que si mataba al protagonista rubio iba a tener que matarla a ella también.
Se cayó justo encima de un lago que el calor del derrumbe secó.
Nos quedamos pataleando sobre escombros. Debajo, decenas de cajas negras quedaron enterradas. Todo eso de lo que ya no nos dejan discutir, de lo que no se puede hablar si se es Serio y Realista quedó ahí abajo.
Y antes que el polvo se disipara –porque había polvo, era un derrumbe- trescientos camiones llegaron y empezaron a descargar toneladas de Evolución y Realismo. (Aún no sabemos de dónde han salido estos camiones pero se considera poco Serio a quien quiera averiguarlo.)
Después el polvo se disipó. Desorientados. Marxistas hablándole a toda piedra que encontraban y con remeras que rezaban –porque los marxistas hace rato ya que rezaban- “tengo resaca”.
También cínicos con piyamas a rayas, predicando en nombre de la igualdad. “Las diferencias se han terminado, la vida es una lucha para todos, eso es lo que nos une, hay que lucharla.”
Y para que no se los acusara de parlanchines denunciaban en Facebook los males que veían en el mundo, como el haber pasado toda la noche despiertos preparando un trabajo práctico para la universidad.
“El mundo es ASÍ”, decía el primer monumento que montaron con las piedras que pudieron recatar.
Bien rápido, estos payasos peruanos fueron los primeros en hacerse un lugar e improvisar una filosofía.
“La vida es una lucha para todos por igual, y como esos globos aerostáticos que llamábamos ideologías están bien desinflados bajo tierra, no te queda más que caer a la realidad, hacerle frente. Hacerte hombre y aceptar que no tiene sentido echarle la culpa a otro de tus propios fracasos, tu IN CA PA CI DAD. Nuestros abuelos se la pasaban soñando con esas cosas y montaban barriletes de tela embarrados, pero el hombre ha madurado…”

Los marxistas nos deprimen con esas remeras, es cierto, pero son los hombres a rayas los que nos deshacen por dentro.Siguen diciendo:
“De los 15 a los 40 cinismo. Si llegaste a gerente podes seguir tomando dos más por día hasta los 50 para evitar problemas cardiovasculares. Sino Prozac.”

La nostalgia de una época no vivida es un clásico
Hago mi parte con eso, digo que no se si todo andaría bien pero que seguro que había paredes y que no se podía negar que los martillos servían para algo.
Y filosofar a martillazos da más energía de la que consume, eso seguro.
Sin embargo, Nietzsche ha muerto (lo supe por un amigo), y parado encima de escombros no te queda más que intercambiar el martillo por pochoclos y coca, y sentarte a ver las películas en cartelera.
Las opciones no me vuelven loco tengo que decir, así que opto por lanzarle el martillo en la cara al payaso que tengo más cerca.
Esos payasos a rayas que tanta angustia me dan, y las cajas que están tan abajo, muerte por sofocación asegurada si intentamos bucear una.
Los payasos se multiplican, los trajes a rayas se regalan, aunque no hay probador ni ningún tipo de devolución posible.
Mis ropas están raídas pero prefiero no aceptar por el momento. Al menos aún tengo un bolsillo que funciona. Guardo allí mis tijeras con su instructivo: “para romper palabras”. El instructivo me deja tranquilo, aleja toda sospecha sobre la posibilidad de que yo mismo haya hecho andrajos de mi ropa en un ataque de locura.

Sé que hace rato ya que esperás el rulo. El pero, el Sin embargo, la luz de esperanza al final del camino que nos mantiene andando. Pero acá el aire esta contaminado para todos lados; no se ve más allá de diez o quince metros, gente vendiendo pochoclos y peruanos regalando trajes con rayas de todos los colores que te puedas imaginar.
Lo que puedo hacer, si te consuela, es un inventario. Ropas raídas, una agenda con números de amigos, un par de tijeras con su instructivo. También un movimiento, la huída, que ahora me vengo a enterar se ha vuelto el paso del momento en las discotecas de Barhein, una monarquía perdida en el Golfo Pérsico gobernada por un rey de nombre El Kolifah.
Para el futuro próximo me propongo procurarme un recipiente para macerar pedazos de palabras y mezclarlos con saliva a escupitajos.
Es que el hombre necesita de palabras igual que necesita que la sangre deje de brotar de sus heridas si quiere seguir viviendo.
Y si bien sigo creyendo que no fui yo quien rompió mis ropas, debo admitir que no leo en general los instructivos y que si los leo no es para respetarlos.
¿Quién me va a llamar anormal en este lugar, si apenas han terminado de levantar las primeras estatuas? ¿Anormal por abrirme de a ratos las venas? ¿Pero es que no ven que con tanto polvo los pulmones no alcanzan a limpiar la sangre que se envenena a toda velocidad?