martes, 30 de noviembre de 2010

Sin título. (Material: Témperas en gravedad acelerada a partir de una simulación de agujero negro. 12x5x4x6x8x7xfxnxixpxlxk centímetros)

Hartazgo del mundo. Amor por la vida; que mi perro se esconda debajo de mi silla y deje llover. Prendo una música vieja y un sahumerio.

Un hartazgo como cuadernillo de los que venden en el tren para que los chicos pinten. Me pongo a decorar. Les abro la ventana.
Un odio al mundo y un amor a la vida que empiezan conciliar en los días, cierta nostalgia tranquila que viene cuando la tierra decide imponerse con sus aromas, frente a un cielo que amenaza por tomarlo todo.
Un impregnarse en el pasaje. Algo escondido adentro del puño. ¿O será sólo la ilusión eficiente de quien se confunde en un cruce de miradas? Te engaño, te convenzo y me miro en tus ojos.
Una bolita de pintura ocre seca en el puño. Un brazo que se mueve en una convergencia constante, ese límite mentiroso entre yo y el mundo, la vida y el mundo; y un movimiento de palma que finge elegancia, finge una cierta musicalidad.

Lo que una mirada sútil encontraría, un pedacito de témpera dando vueltas por aquí y una palma intendo seguirlo siempre, como si en la convergencia entre la mano y la bolita se pudiera encontrar siempre el desenmascaramiento de la farsa.
La lluvia contra el sahumerio. El cielo contra la tierra.

Se cierran de un golpe todos los libros del pasado y las instituciones del planeta, (ministerios varios, casas de justicia, burocracias surtidas a lo baglei, universidades), todos exigen una muestra de baile como exámen de ingreso.
Sepa mover la palma.
Déjese mirar.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Modelización. Aquel sinsentido que debe ser destruido justo despues de recorrido

Hay quienes creen que estas tragedias son políticamente más correctas que otras

-¿Mi vida? Dejarme penetrar por todo eso que te cuento y después tratar de huir,
que cuando decimos “mi vida” no puede ser tan opcional
después de todo, no se si yo lo elegi, se que solo aca puedo dar vueltas.
-Mozo, una vuelta en redondo por favor, gritó el Fleni levantando la mano
Frederich Morezzati, Delirios de Supermecado




“No vamos a poder estar juntos mucho más querido. Así que vivamos el momento, ¿dale? Porque juntarse es solo contingencia, y nada de eso va a durar mucho amor.
Somos modernos, super-modernos, no estamos dispuestos a dejar nada, y solo asi nos dejamos perderlo todo. Estamos mientras dura el billete, y luego chau, plaff, y no flin paff que a mi no me gusta el chicle. “

Ambi-ambiciones y una botellita de agua en la mochila,
Somo super modernos, super heroes
Tenemos el romanticismo y la nostalgia, dos anillos en la mano derecha. Dos hechizos.
De vuelta, el marino con sus amores en cada puerto.

Conjuros que se superponen y un resultado,la modernidad.
El super individuo. Por izquierda y por derecha avanza, cómo no verlo, un océano que vuelve a su lugar después de una sequía en este hemisferio.
Y vos estas ahí parado, viéndolo venir.

Sentis que podrías subirte a la marea, que tenés todas las credenciales.
No vas a subir sin embargo. Te vas a eyectar con tus propu-propulsores hasta encontrarte bien lejos de la tierra.
Como siempre, la sospecha ante lo evidente, un OCEANO 360.

Como siempre, el miedo. Ninguna novedad (esto lo decis con respecto), el terror de que un texto como este acá arriba, quizás alguno otro algo mejor escrito, sea leído por la próxima generación como un pataleo contra corriente de un gnomito intentando escapara de una ballena azul.

La Vanguardia misma se encargará de tomar en sus manos estos ideales, y de declararnos viejos infames merecedores de la horca. Todo eso contra nosotros, unos pobres teólogos del odio al mundo y el amora a la vida.
No nos dejarán siquiera pregonar entre los geranios de nuestro zaguan. Nada

El individuo insobornable, inquebrajable, impenetrable.
Amor para todos los gustos, a la carta. O mejor, en la góndola, institución pilar de la libertad, tal como nos la enseñan en el colegio. Cinco minutos de recreo y cuarenta y cinco de vertebrados e invertebrados.

Amores, solo de verano. Y siempre seguir camino, que dentro de poco la crisis de los cuarenta no existiá más, cuestiones de oferta y demanda, el mercado para recién divorciados tan dinámicos que, ¡Agarrate Catalina!, agarrate fuerte de la silla.

Todo pasa sin que prestes atención, la vida parece pasar así para casi todos, para unas personitas como nosotros, que luego de tirar la espiritualidad a la basura le dimos cabida a tres o cuatro mequetrefes, cosa de que nadie se espantara. El cristianismo, los libros de autoayuda.

Sin prestar atención, mientras hablabas de alguna otra cosa, como cuando decidís aceptar todas las cenas obligadas de los jueves, las sonrisas inteligentes también obligadas, y los invitados -también claro-; al casamiento.
Y todo eso por un sueldo arriba de quince mil –dólares-, una ecuación tan evidente en principio, tan indiscutible, que qué te ibas a poner a pensarlo, si X=Y. Eso es una identidad carajo, te dijiste a lo sumo.

Per
ver
so
Perverso
Si supieras que de tu carne se puede hacer picadillo, si lo hubieras recordado, pero no, la huída no es lo tuyo ya sé. Si el duendecito amarillo pudiera hablarte de tu infancia y de tu adolescencia (por que espero que al menos allí podamos encontrar algo), si eso pasara y vos pudieras responderle serio, con tus ojos en sus ojos y sin un estúpido discurso sobre la madurez y el pasar de los años.
Tan rápido verías cómo las cenas y las sonrrisitas socarronas te hicieron pure, los trajes y los zapatos tan caros, y que las clasesitas de yoga y de dibujo son solo otra forma de soportar eso, y no un lento acercarse a lo que alguna vez quisiste ser, y que hoy ya no podes escuchar ni con tres pepas encima.

Pero no, que mierda te iba a poner a discutir esa fuente inagotable de pureza, tan intercambiable siempre por todo. Siendo así, hablemos en serio ¿por qué te ibas a poner a pensarlo, decime?


Un día de estos te cuento, al oído, dijo el gnomito amarillo con el que duermo tres veces por semana.
-Por ahora escuchemos qué dulce suena, en inglés, in inglishhh.

Ka rren ci.
Carreny
, y espero estes poniendo la boca como corresponde para pronunciar.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Epifanía de inodoro

Reviento mi cabeza contra la pared. Sentado espero la hora de volver. De la isla donde la sin razón pobló mi virtud, allí donde perdí agujas, brújulas, mi pasión. Es que vibran las paredes, crujen todos los ladrillos del mundo y la imagen se vuelve borrosa. El piso se mueve, creo que mis pies están flotando pero estoy seguro que no estoy volando. De a lo lejos se ve venir un fierro negro, adivino su vértigo, frío metal pesado, carne y huso ahora también hacen ruido. Mi cabeza partida deja salir sangre y mi cara esboza un grito.

En esa dimensión donde mi voz calla, es donde van a parar todos los ríos.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Desde el quioscacho de Garage y bar de Demichelis.

Sentado en la barra oscura, con el alfajor de diez centavos en la mano, escucho al sol entrar por la ventana, y la canilla abierta limpiando el vaso para servirme un wisky nacional. El negro Demichelis tiene que atender a alguna vieja que vino a comprar pan y soda en el almacencito separado por un cortina. Me desahago solitario deshago de silencio irrepetible que no se deja evocar, como sumergido en un mar oscuro y pesado, pero todo ahí, por momentos ahí o tal vez ahí, simplemente estando, esa modalidad del ser que puede poner cara de sabiduría, reflejaral sol y la luna en una lagrima. Todo está tan en blanco y negro, el piso lleno de tierra, la puertita antigua de pulpería, una imagen de un Gardel maquillado, su canto no, su canto tan él.

Si! evoco tanto tango pensando en un Blues que dice Desconfío de la vida, o solo a mí queriendo hacer colectivo algo tan mío... No puedo dejar de hacerlo, no puedo dejar de llorar el paredón, el campito, donde jugabamos al futbol de chicos, no puedo dejar de extrañar a la abuela y a ella, que la adivino en cada hielo.
Le tengo miedo, sin esta nostalgía sería tan en vano mi vida, sin todo este rencor por la vida, sería tan frágil mi fracaso y no podría dejarme estar, no podría estar acá, nombrando a mi pasado, debería seguir. Si, a un futuro, a un futuro inevitable con fin en la muerte muerte,precedida un minuto antes por una jubilación misera y el abandono, el olvido después de tanto cubículo y tanto plan de vida, depués de tanta amargura y tanto romperse los cuernos contra la pared para que la vida te devuelva como una cachetada una cara cansada de vivir.

Me quedo con esta, entonces, me quedo con la acida humedad que despinta las paredes y deja a este momento en blanco y negro, con música de radio vieja, con música vieja sonando en vinillo, un blues, un jazz, un tango, el grito de un viejo llorando en el baño, porque sí, porque algo había que hacer con tanto silencio, con tanto vidrios rotos en el pecho.

Que lindo lugar para hundirme en mi miseria, con mi vaso, Gardel y yo.

un pueblo de ojos de vidrio

Para su comodidad -o como recurso estilístico- no pasaremos horas describiendo asimetrías banales de David y Goliat. Las daremos por sentadas, las pondremos entre paréntesis, las modelizaremos en la epidermis de la arena y luego soplaremos. Las dejaremos como están bajo un breve conjuro:

céteris
páribus
mútatis
mutandis

Los nombres los pone el enviado de un Sucio con contestador automático en sgo. del estero. En sgo. sgo. sgo. del estero.
En la plaza frente a la iglesia, el pueblo lanza llamas del dedo gordo del pie, entre chacareras y zambadas. (¿O eran zambas y lambadas?). No todos en alpargatas, un wisky debajo de cada chaqueta, y chaquetas hay varias.
La plaza la tomaron antes, con la muerte coordinando la marcha y una larga bandera argentina para disgusto de los anarquistas. La muerte descolgó a la muerte (y alguna no lo sería realmente, seguramente la primera una alegoría de la segunda aunque la hoz de una seriedad verdaderamente DEScolgadora).
Del otro lado la muerte, modernidad sobre muerte, erigiendo febril un trofeo de vaya a saber que kiosquito en una mano y un casco de moto en la otra. El ritmo suculento, como de obeso corriendo durante un ataque de epilepsia, el beat de la música por computadora digitando su efervecer y su ritmo, o quizás alguna otra sustancia.
Tan acartonado sentí la necesidad de desnudarme, trompear la fuente de mármol en el centro de la plaza y levantar las manos al cielo, solo para asegurarme la existencia bajo nudillos sangrantes. (La existencia y el judeo-cristianismo, el dolor como único camino a la redención.)
Inmersos en mundos distantes, ambos, todo en un pueblo de por ahí en Catamarca, donde me habían dicho que eso era imposible, que el infierno grande nos unía a todos entre llamas. Cianuro derretido y vuelto a fermentar, materia prima de nuestra cohesión social.
Lo premoderno y lo moderno, la esclavitud al dios o al capital. El enemigo, con carita de “esto no es importante” nos hace rayitas en el brazo con una lapicera sin tinta, nos propone este mundo de cartón y promete deshacer el invierno. El aburrimiento de ya no saber más qué hacer y cambiar una esclavitud por otra, moneditas por moneditas, alguna equivalencia bien ilusionada y música de sala de espera.
El esfínter ácido. La garganta reseca.

domingo, 14 de noviembre de 2010

No sé cómo


Escribo porque pesan,
los días las horas las culpas.
Pasa cada vez más
el pasado la vida las flores
las primaveras hundidas
en humedad profunda oscura fría
noche
suave noche se desliza ahí
en ese lugar
donde pasean los sueños

Una leve brisa fría entre por mi ventana
junto a la garganta amarga de cebada
malta un cuchillo, algún arma.

Un leve murmullo entra por mi ventana
junto a mi ahogo de mortalidad
mis perezas de frustrada inmortalidad

De cada palabra, cada rama, cada vida,
cotidiana, simple, austera,
donde se esconde,
donde está la vida,
parecen pequeños y lejanos
justo cuando se acercan a nosotros
y nosotros observamos
el peso de las montañas
y su inmensidad


martes, 2 de noviembre de 2010

¿Una grieta? Acá. Rompiendo Rodillas.

Un mapa en tu cuarto vas a colgar.
¿Cuál? Un mapa de fantasía, en serio te digo, no seas tonta.

Un mapa del mundo, de fantasía. Países amorfos, Poseidón con su tridente vigilando cerca de Oceanía. Rutas marítimas, de esas que salen de España y Portugal hacia las Indias.
Las Indias, casi todo el mundo, rutas punteadas y algunos barquitos en el camino, rutas onduladas, entre viento y olas. ¿Qué más? Unos ferrocarriles, quizás, locomotoras también dibujadas por ahí, y las vías, estas más rectas que las otras.

Ese mapa me lo enseñaban de chico, con una canción que hablaba de las carabelas, el puerto de palos y el árbol genealógico personal de mis compas de curso.
Y plaff, -como roca que cae por un peñasco-, resultaba que todos teníamos algún abuelo italiano, vasco o fránces, la historia había comenzado ahí, en ese puerto de palos con muchos presos pero ningún Juan de los Palotes. Alguna excepción, el pibe con más rulitos de la clase tenía todos abuelos argentinos, pero seguro que si hubiésemos buscado más arriba…

Ese mapa de telégrafos, ferrocarriles y ejércitos con cabeza de prócer.

Y el héroe sigue siendo el marino, el navegante. ¿O alguien puede mostrarme una mejor imágen de un hombre curtido que la de aquel que se para horas a mirar el horizonte, fumando de su pipa, el salitre del viento erosionándole la piel.
Tasajo.

El otro mapa lo seguimos esperando. El de las traiciones y los levantamientos, ese nuevo que de a poco se empieza a ver por acá. Habrá que romper algunas rodillas aún, pero viene llegando. Una grieta te vamos a hacer. Acá mismo, ya no en el papel, en la pantalla, en tu escrin.

Hombre moderno, si lo hay, el navegante,
figura ambigua si las hay, tan moderna,
el marinero,
de un amor en cada puerto,
de la nostalgia sin fin,
que conquista con la mirada,
su cuerpo degastado que se ha hecho un lugar entre los elementos.

El expedicionario,
el presidiario,
el que quiere una tierra,
el que tiene un plan,
o quizás no tiene ninguno pero sí un hábito,

el que puede agarrar la tierra entre sus manos,
apropiársela trabajando a lo Juan Cerrao.

Y que sus nietos ya ni tengan que tocarla,
entre clubes sociales, chequé y frac,
decidir el mapa de fantasía de un joven de un siglo ciento cincuenta años después
el mapa que la maestra de escuela va a repetir
que aparece como calco en tu árbol genealógico porteño,

si una protesta estilo contaminación-sonora en Pueyrredón y Guido vale más que el rugido voraz de tornado en Pozo del Tigre.