jueves, 12 de enero de 2012

Carta titulada Epilogo y Epitafio

Lauri,

El único dolor es el de desaparecer. Si todas las formas de amor, de mi amor, se olvidan, se olvida mi esencia, ese es mi peor miedo. Sin embargo tengo fe que en el infierno queden prendidos retazos de la vida y al zurcirlos se forme una alfombra mágica que me rescate del olvido.

Los planes a veces no salen según lo planeado. Aquellos que nunca tuvieron una crisis o aquellos que no la enfrentan y se esconden detrás de drogas y fantasías no podrán jamás tener un mínimo ápice de lo que es la conciencia, no podrán ser mis amigos.

Sin saber quién es uno, no hay muerte, no hay vida. Pesadas son las montañas y los mares, bienvenido el peso al alma que pelea batallas que ya están pérdidas de antemano, bienvenido el infierno dijo Dante y allí encontró el secreto de la vida.

Sí, es mi último año de vida, sé que lo sospechabas Lauri, tantas ideas y venir, los doctores, las internaciones. Todo eso ahora lo sabés, lo que no sabemos es que va a pasar después. Entiendo si no venís a visitarme, ¿Para qué charlar con un cuerpo en descomposición?

No te voy a suplicar, te deseo lo mejor, no sé si me reconocerás la próxima vez que me veas, al fin y al cabo pasaron tantas cosas sin embargo en mi pared se vislumbran los ojos del universo que me muestran tus labios el día que bailamos en la peña de Olivos y esa imagen tuya es una y otra vez mi resurrección.

Te quiero Lau espero que tu vida sea eterna, tu conciencia y la mirada que nunca voy a olvidar; ni después de muerto.

Besos.