jueves, 29 de marzo de 2012
La Biblioteca bar: 2- Hernesto
-Era una mañana de invierno. El taller estaba helado, cuando te duelen las manos. Me senté contra la estufa de kersone a cebar el mate- Relataba, fumaba un pucho en el boliche del Coco, La Biblioteca bar -Prendí la radio y sentí un nudo en el pecho. Me quedé sentado mirando la pared y sentía que me caía, un ambiente espeso. Dije, está mina me está cagando. Así era, el cornudo es el último en enterarse. Esto es cómo me dijo el viejo Petraglia, las minas se enamoran muchas veces pero el hombre sólo una vez- Se frotó las enormes manos corroídas por el trabajo con autos viejos. Se agarro la cabeza con el pulgar y el indice, bajo la palma a los ojos -Traeme otro Coco! La puta madre ¿La muerte? Me salvó el viejo Grippo, que me sacaba de casa y me llevaba de putas pero lo pensé. Agarré la moto y me fui hasta la laguna y pensaba que si me mataba podía empezar todo de nuevo- lo mira al tipo del sombrero con el vaso que le acaba de dejar Coco, el silencio inunda la mugre del lugar -¿Que todo termine como un perro? má qué, preferiría volver a empezar y eso pensaba, en volver cuando los viejos vivían y por ahí enamorarme de otra mina. Pero venís con ese gorro y vestido así a plantear filosofía, me parece bien- todos rién -Perdona si salí con los botines de punta, pero sí a veces la cabeza hace aparecer todas las historias y la mierda, pero hay que seguir por más que un día todo se venga abajo, por las mujeres lindas, por los amigos estos ¿Que querés que te diga? Los laburantes no podemos ser intelectuales- tomó un trago largo y se despidió de todos.
lunes, 26 de marzo de 2012
La Biblioteca Bar
"a nadie le importan las reflexiones" Pensaba y se contradecía con el simple hecho de esas lecturas que lo empujaban a la calle "¿Sabes que pasa Tito? Que el hombre moderno ya no sabe que hacer, está buscando alguna batalla en la cual desperdiciar su vida, alguna quimera y que lo crucifiquen" Claramente Tito no sabía el significado de la palabra quimera, pero lo escuchaba al tipo, lo escuchaba desde mucho antes de ser el tipo del sombrero, cuando era sólo un pibe y llegóal bolichón con intenciones de hablar con alguién; de fútbol, de anécdotas y de tango. Jacinto Chiclana y Ferrocarril Oeste, Edmundo Rivero y la anecdota de la gorda gallega que se la llevó a su casa después de invitarle un alfajor.
Pero era la primera vez que hacía un planteo de ese estilo. El flaco Bermudez lo miró y Arcuria largó un "dejate de joder" empacado y se puso hablar "¡Vos sos cómo el tipo ese que se mató por una boluda que se garchaba al amigo, dejate de joder... Te hacés tanto problema porque estás bien, nosotros buscamos el mango día a día y venís a colgarnos una garrafa de los huevos" El Flaco lo miró "Arcuria, siempre el mismo hijo de puta vos. Escuchá lo que está planteando, es lo mismo que me decí¿ias el otro día, de que no hay cielo ni infierno, a todos nos come la tierra cómo los perros" "A vos galgo de mierda que le oles el culo a la vieja" Todos rieron, hasta el tipo del sombrero, bebieron un trago largo.
El silencio inundó el lugar, se respiraba el frío y la humedad y los ojos parecían aflojarse a la lamparita bajo consumo, el estaño quería crujir mientras que la maquina de cortar fiambre le guiñaba el ojo a un fernet berreta camuflado en una botella sin marcas. Resonaba "Que a todos nos come la tierra cómo los perros" casi como sentencia de muerte y todos la entendían y nadie la mencionaba y parecía de afuera que poco pasaba.
sábado, 17 de marzo de 2012
Emes de caras y de ripio Revisitadas
Para Facu
Juan Patrico, un desertor de una guerra
argentina entrevistado por un periodista de La Batida, una revista que lo ha
designado como El Emprendedor del Año.
Juan Patricio está vestido con una calza y un sobretodo
militar, y mientras responde a las preguntas del periodista que ha venido a su
casa, practica ejercicios corporales que incluyen una amplia gama que va desde
las flexiones de brazos hasta ejercicios de estiramiento, casi de yoga.
Pero el
periodista no está.
[…]
(recita)
Cuánto más se siente la pampa que el ripio.
Cuánto que la arenilla en la que solo se puede
escribir tú nombre con ametralladora,
Manuela;
En Las Conchillas,
en la República
de Río Negro.
(Se pone
serio)
Que le voy a
decir, me costaba muchísimo explicarme romántico ante mis compañeros que solo
veían en torno suyo desilusión, y en mí, extravagancia.
[…]
Lo único que
me mantuvo vivo aquel tiempo, fue ese nombre: Julieta.
Sí, y las canciones gitanas que me gustaban por
sus ritmos, y que por eso aprendía en lenguas.
(canta)
Dami dame undi
enlarena del tiempo
damidami undo
enlarena del sol
dami demi undo
enlarena del tiempo
damidami undo
en tu calor
Dami dame undi
enlarena del tiempo
damidami undo
enlarena del sol
dami demi undo
enlarena del tiempo
damidami undo
en tu calor
[…]
No sabe cómo
le agradezco que haya venido, y en representación de La Batida, que honor. No
le ofrecí nada para tomar… A veces
parecería que ya nadie nos escucha… Y tenemos tantas cosas para contar, imagínese.
Cuánta
desazón me produce, que ya nadie me tome en
serio cuando me refiero a paradas de colectivo y hoteles transitorios como metáforas
sobre el crecimiento espiritual.
[…]
Sí usted
supiera toda la crema de afeitar que tuvo que pasar por mi cara antes que
descubriera el Efecto Mascarilla; para que entendiera el mensaje de aquellas pompas
montadas en aspiradoras que solían visitarme en mis delirios de enfermo, y que
le tengo que confesar, fueron las que me revelaron la fórmula que hasta hoy
utilizo.
[…]
Así es. Fue
en los días que empecé a montar mi instrumento para la huída, aquel disfraz de
Pororoca. Visto retrospectivamente, como quien dice, podríamos incluso señalar
aquel, como el puntapié inicial de la próspera profesión a la que me dedico en
tiempos de paz.
[…]
Es Exacto. De-li-ve-ry de camuflajes.
[…]
Bueno,
utilizamos mascarillas de ripio moldeadas
con una calibre veintidós. El proceso ayuda a abrir los poros, así que el
beneficio es doble.
(Nostálgico).
Pensar que todo comenzó en mis intentos por disfrazarme en los baños de aquella
base militar del respetable ejército argentino. Se imaginará que no contaba con
mucha materia prima. Todos creían que lo que buscaba era cortarme las venas con
una gillete. Ya ve como los engañaba.
[…]
No, no, no,
nunca estuvo entre mis planes. La muerte, siempre a distancia, esa es mi
filosofía.
Luego cada
uno la aplica como puede, en eso podemos estar de acuerdo.
Lo que me
impulsó, desde que tengo memoria, fue una caricia en el semblante que sentía
siempre al despertar, y que volvía a dibujar en mi memoria las facciones que empezaba
a olvidar. Martaa…
Tampoco puedo
negar la influencia que tuvieron en mí los dibujantes de la Warner.
¡Oh, Nuestra
queridísima Warner!, siempre te supimos argentina. Y si seguimos reclamando las
Malvinas es porque sabemos que todos tus personajes han corrido y re-corrido en
patas aquellos áridos territorios.
[…]
(Empiezan a
bajar las luces)
Mm…siempre
confundí la geografía del continente argentino. Pero ahora que lo pregunta,
creo que el himno Chubutense hubiera sido silbado por orcas y delfines.
[…]
¿El porteño?...
un tango supongo, no sé.
jueves, 8 de marzo de 2012
Ululeos y Payasos Maricones
Sabido es
que algunas clases paraguayas se reniegan a hablar el guaraní. Imposible se les
hace no entenderlo, por más empeño que pongan en fingir.
Nadie
ignora tampoco que los verdaderos lenguajes, aquellos que con verdad se clavan
en los poros, son los orales, los temporales. Todo eso a pesar de que tan
tontamente hayamos acabado por asociar el lenguaje a los alfabetos. Quizás,
porque las letras son imágenes fuertes, fáciles de recordar, aunque esa
explicación suena un tanto ingenua.
A pesar de
todo, la tiranía de la letra y la pluma no ha podido frenar el empeño de todos
en crear lenguajes nuevos todo el tiempo, códigos secretos o públicos que se
imponen e imponen, y buscan demarcar todo el tiempo lugares y formas, siendo al
mismo tiempo parte de esa misma demarcación. Lo hacen por dentro, como los
fierros que determinan la figura de un dinosaurio de yeso.
Los
ejemplos son tantos que amenazan por adueñarse de toda la hoja. Los
adolescentes con su lenguaje de clan o los marineros que pueden imaginarse
mejor que nadie a la tierra girando. Los payasos y trapecistas, y todo el
batallón circense, que con sus abreviaturas de profe de educación física para
adolescentes acaban por verse sitiados por el mismísimo Club de Amigos. Los enamorados
que no pueden evitar el ululeo entre la poesía y la cursilería, poseídos por
bandidos de mercado oriental, tomando algo de allí y de acá, todo para armar
naturalezas muertas coronadas por una daga incrustada en una naranja. Naturalezas
y dagas recubiertas por pieles de camello. Fantasmas íntimos y compartidos.
Demarcaciones
con sentido que acaban por producir lugares para sentidos nuevos. Ululeos de
personas por los lenguajes, personas marcadas por los lenguajes que sin embargo
pueden y suelen escapar hacia otros, fingiendo olvidar los anteriores.
Ficciones
–aquellos escapes- que incluso suelen adquirir potencia de verdad y mantenerse
incólumnes frente a un coro de payasos que lloran y se lamentan al verse no
reconocidos por su viejo amigo.
Como
siempre, todo eso era solo para contarles que aquí nos interesamos por los
lenguajes vitales, aquellos que acaban estando tan impregnados a la carne que
no podrían despegarse sin consecuencias cáusticas, sin acabar con la vida
misma.
Estos
lenguajes con amenaza caústica, esa información o intención detrás de los ojos
que no dice solo cómo mirar sino que también es el origen mismo de algún
semblante cualquiera, son reaseguros de clanes invisibles. No ya códigos
simplemente, no ya modos secretos de comunicación en tiempos autoritarios.
Son cables
tensados con punto de apoyo detrás de algunos ojos; cables que tensan lugares
que sobreviven a cualquier amor o amistad. Lugares de superficies tensas que
rebotan, y en los que uno no puede pararse de cualquier manera, pero en los que
nadie que se sepa parar será jamás abucheado, incluso frente a aquellos payasos
que ni siquiera lloran ya por un amor pasado del que nada queda.
Excepto,
a veces,
esto.
martes, 6 de marzo de 2012
4- Los obstáculos hacia la conciencia
Se ha definido la virtud del heroísmo cómo parte inherente a la batalla, sin guerra no existe la concepción. Discuto este principio sosteniendo que el héroe nace antes y es su conciencia cruda la que lo arroja contra una metralleta y lo hace vencer a un imperio con una honda, una escoba y una cuchara.
Cuando todo era nada, los niños asesinos se sentaban en el parque con pegamento, el agua se derrochaba en discursos de mortales hombres y vanales temáticas, ellos descubrían el principio, en un patio uno y en una iglesia el otro.
Era una noche de octubre, cuando los naranjos y limoneros dan a flor y los patios con sus cisnes maceta y radios prendidas llenan de fragancias las noches estrelladas de la pampa bonaerense. En soledad contemplaba la escena uno de nuestros héroes, el más nostálgico que conoció alguna vez la humanidad.
La luna jugaba a la rayuela y los sauces lloraban canciones de cuna, vio un camino hacia el fondo oscuro. Los pies se le congelaron y el corazón empezó a latir, miró como un felino, dudó, dio la espalda a aquello que atraía toda su esencia.
Pero ni bien quiso retroceder pensó que si lo hacía nada de lo que el hubiese amado podría valer, lo mismo sería irse al maso con treinta y tres o cantar truco con un cuatro de copas, beber agua estancada o vino tinto, amar una mujer o a un calefón.
Dio media vuelta y se enfrento con su llamada. Siguio el camino construido para él y sólo para el y fue hacia el final flotando, con el corazón adelante,arrastrándolo. Un brillo extraño en el aura del último árbol. El brillo, contorno expansivo de colores, paralizaba al tiempo y pronto vío arcángeles renacentistas con trompetas en sus manos. Supo lo que debía a hacer.
Nuestro otro héroe miraba la cruz en una iglesia de una gran metrópolis, rodeado de un bosque de cemento y la desolación carmesí de colectivos de chapas oxidadas que torturan a los dientes de los paranoicos androides que transitan la ciudad.
Pensaba en el sacrificio, toda génesis tiene un costo. Sin embargo algo había aprendido del infierno de los griegos y había reflexionado de esto, a pesar de su corta edad. Levantar una piedra por el siglo de los siglos es tal vez la peor tortura, pero no por su repetición infinita, cómo lo plateaban los libros de texto, sino por su finalidad.
Pongamos un ejemplo, pensaba, si uno pierde una y otra vez una batalla, muere una y otra vez en una guerra contra un invasor, sabiendo que esta peleando por un fin justo cómo lo es la libertad de su pueblo o si fracasaría una y otra vez en seducir a la mujer hecha y concebida para uno, al amor imposible, uno podría intentarlo y fracasar y aun así querer volver a intentarlo, realmente no sería un infierno.
Levantar una piedra a la cima de una montaña y tal vez un poco así vivían sus conciudadanos porteños. La muerte, lo injusto y vengativo de Dios no era una conjetura de los fariseos. La diatriba era la siguiente, que tal si Dios era realmente malo y los momentos de felicidad, la esperanza de un final feliz era una simple grotesca mueca de su humor ¿Qué era acaso un momento de felicidad, en una eternidad de sufrimientos? Tal vez por eso, los males de la humanidad fueron encerrados en la caja de Pandora, junto con la esperanza.
Así fue que ambos entendieron lo mismo, iban a hacer una revolución, los iban a traicionar e iban revivir para volver a hacer una revolución y volver a morir nuevamente en la mano de los mismos hombres que luego construirían estatuas en sus nombres. Había entonces que construir una manera de crucifixión que pudiese repetirse eternamente a pesar de su fracaso.
Cuando todo era nada, los niños asesinos se sentaban en el parque con pegamento, el agua se derrochaba en discursos de mortales hombres y vanales temáticas, ellos descubrían el principio, en un patio uno y en una iglesia el otro.
Era una noche de octubre, cuando los naranjos y limoneros dan a flor y los patios con sus cisnes maceta y radios prendidas llenan de fragancias las noches estrelladas de la pampa bonaerense. En soledad contemplaba la escena uno de nuestros héroes, el más nostálgico que conoció alguna vez la humanidad.
La luna jugaba a la rayuela y los sauces lloraban canciones de cuna, vio un camino hacia el fondo oscuro. Los pies se le congelaron y el corazón empezó a latir, miró como un felino, dudó, dio la espalda a aquello que atraía toda su esencia.
Pero ni bien quiso retroceder pensó que si lo hacía nada de lo que el hubiese amado podría valer, lo mismo sería irse al maso con treinta y tres o cantar truco con un cuatro de copas, beber agua estancada o vino tinto, amar una mujer o a un calefón.
Dio media vuelta y se enfrento con su llamada. Siguio el camino construido para él y sólo para el y fue hacia el final flotando, con el corazón adelante,arrastrándolo. Un brillo extraño en el aura del último árbol. El brillo, contorno expansivo de colores, paralizaba al tiempo y pronto vío arcángeles renacentistas con trompetas en sus manos. Supo lo que debía a hacer.
Nuestro otro héroe miraba la cruz en una iglesia de una gran metrópolis, rodeado de un bosque de cemento y la desolación carmesí de colectivos de chapas oxidadas que torturan a los dientes de los paranoicos androides que transitan la ciudad.
Pensaba en el sacrificio, toda génesis tiene un costo. Sin embargo algo había aprendido del infierno de los griegos y había reflexionado de esto, a pesar de su corta edad. Levantar una piedra por el siglo de los siglos es tal vez la peor tortura, pero no por su repetición infinita, cómo lo plateaban los libros de texto, sino por su finalidad.
Pongamos un ejemplo, pensaba, si uno pierde una y otra vez una batalla, muere una y otra vez en una guerra contra un invasor, sabiendo que esta peleando por un fin justo cómo lo es la libertad de su pueblo o si fracasaría una y otra vez en seducir a la mujer hecha y concebida para uno, al amor imposible, uno podría intentarlo y fracasar y aun así querer volver a intentarlo, realmente no sería un infierno.
Levantar una piedra a la cima de una montaña y tal vez un poco así vivían sus conciudadanos porteños. La muerte, lo injusto y vengativo de Dios no era una conjetura de los fariseos. La diatriba era la siguiente, que tal si Dios era realmente malo y los momentos de felicidad, la esperanza de un final feliz era una simple grotesca mueca de su humor ¿Qué era acaso un momento de felicidad, en una eternidad de sufrimientos? Tal vez por eso, los males de la humanidad fueron encerrados en la caja de Pandora, junto con la esperanza.
Así fue que ambos entendieron lo mismo, iban a hacer una revolución, los iban a traicionar e iban revivir para volver a hacer una revolución y volver a morir nuevamente en la mano de los mismos hombres que luego construirían estatuas en sus nombres. Había entonces que construir una manera de crucifixión que pudiese repetirse eternamente a pesar de su fracaso.
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