jueves, 2 de agosto de 2012

Carta para una chica en otro país

Ani,

este mail lo estoy escribiendo para no mandartelo. Por ahí te lo muestre después. Creo que es por esa cosa de hombre de no querer mostrar el dolor, de tirar para adelante, en silencio, cómo se presentan las ideas en su estado mas puro en la mirada de una abuela o un hombre intentando esconder su tristeza. Son pesados los mares y las montañas, así se presenta el pecho lleno de honor, las cosas que mas nos dan, sin luces, sin las marquesinas de lo que brilla demasiado y es sólo aire.

El dolor de los cuerpos Anita, cuerpos de laburantes honrados. No hace falta hacer una oda al ser laburante, tipos miseros hay siempre, al fin al cabo los grandes traidores de la humanidad siguen entre nosotros escondidos detrás de las pequeñas ofendas; un trago sin pagar, comerse la última factura. Pero si es así y estamos todos en el barro, si el mundo fue y será una porquería, entonces también tienen que estar entre nosotros santos, hombres que inspiran grandes ideas, sentimientos que lo hacen a uno enaltecerse de pertenecer al género, cómo si el único atributo necesario de la belleza fuese el respirar. 

Estoy triste Ani y me gustaría compartirlo con vos a pesar de que los hombres no lloran. Es que hoy vi a un hombre llorar. No tenía lagrimas en los ojos. Miraba el vaso en silencio profundo. Lo miraba cómo si estuviese viendo lo que fue de su vida. Me hubiese gustado decirle algo, pegarle un abrazo, mostrarle lo que le queda por ver. Pero hay cosas que no se solucionan así, tantos años hacen que las esperanzas se vayan, colibries que escapan de la lluvia.

"Ni las idea de un infierno hace que la gente deje de ser mala" Lo decía y de sus ojos caía bondad y el frío del taller helaba los huesos. Tomaba caña y nos sentábamos al lado de la estufita de garrafa. Arrastraba el pie de artrosis, se agarraba las enormes manos. El viejo Arcuria  el mismo que preparo autos de carreras, crío una familia y que una vez me contó que estuvo por pegarse un tiro con la treinta y ocho en el medio de la laguna.

Me ahogué cuando lo ví, no sabes lo que fue. Èl miraba el vaso y yo no decía nada, no podía decirle nada. Aunque me hubiese gustado. El silencio es pesado Anita y no puedo llevarlo solo. Por eso sí te mando el mail.

besos

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