domingo, 18 de noviembre de 2012

Esto también tendría que haber ido al principio


Dos.

- Nos dejamos afectar por el odio al mundo y el amor a la vida. La belleza y la ternura que asoma entre tanta miseria, la flor que brota en un basural enorme, y que cuidamos con esmero.

- El puente desde los tiempos de la lógica hacia los tiempos del cuerpo solo se puede tender haciendo pilas y montañas de basura. Esperemos que no se nos impregne tanto el olor a mierda, o que la sonrisa que sepamos aprender sea lo suficientemente grande.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La Historia del Swing. Parte dos. La avanzada de los petizos.



  
Como toda historia que tomó sus años esta parece ir lenta, pero si ustedes supieran la velocidad a la que iba ese ritmo, nada les sorprendería la potencia y la certeza que comenzaron a tomar esas patadas.
Como siermpre estaban los que, por creencia profunda o por creencia avivada –que no es tanta la diferencia como se suele decir-  creían que el placer, el compromiso y la belleza debían ir de la mano e invitaron a las señoritas a que se sumaran a la causa.
Para las embarazadas la pata para atrás era por lo menos peligrosa. Se imaginarán, que parir en esos pasillos no era el deseo de ninguna si bien casos había, y aquellos rituales de vida, ese desnidar anidado en el nido del pasillo, signaba el nacimientos de campeones.

Empezó así la patada para adelante y de la manito que los que han olvidado la historia o nunca la conocieron suelen confundir por la patada inicial de aquel baile.

Fue esta la avanzada de los petizos, comandada por La Oruga Estevez que inventó la patadita agachada. Se apareció un día caminando al ladito de Marina, cada uno con la mano de afuera de la mano y la de adentro por detrás de la espalda del otro. ¡Ay!, que dúo que hacían esos dos, dando pataditas para abajo con la pierna de adentro al unísono. Esas sí que eran patadas combinadas, pues Marinita también era petiza, y a no podemos dejar de mencionar, el bombo más codiciado de aquella temporada.

La patadita de puntín sí que supo imponer tendencia. Algunos dicen, era funcional a aquella división del trabajo revolucionara, pues falta hacía erosionar también en la base las paredes,  porque todas las patadas de atrás siempre iban un poquito más arriba. 
¡Cómo se ganó el respeto de todos!, ese petiso orejudo, al que la historia  y los envidiosos condenarían como anarquista y asesino.

Las variantes se multiplicaban y los bodegueros se empezaban a preocupar, porque a las paredes ya no les quedaban más que unos poco centímetros de espesor. Por lo bajo, el rebote contre el piso y el despegarse con los gemelos siguió latiendo, santo y seña que hasta hoy abre un abismo frente a los recién llegados, y les recuerda que aquí no se paga derecho de piso, pero se tiene que demostrar que si uno quisiera podría hundirlo –al piso-, y al momento siguiente amenazar con chocarse la cabeza contra el techo.

 (el petizo que ni siquiera era orejudo, pero ¡cómo insiste en mentir, la historia!).


domingo, 11 de noviembre de 2012

Gorgias

Un antiguo griego expuso la siguiente idea: Cuando alguien dice la palabra mesa se imagina un particular, la mesa en la que come diariamente, el que lo escucha se imagina otra idea de mesa, la primera tal vez es redonda la segunda cuadrada y así podemos pensar con la palabra silla, amigo, música, libertad, democracia, paz. Uno entiende que la guerra es la única manera de conseguir la paz y el otro entiende que la amistad es la única manera de conseguir paz. Así podemos seguir imaginando ejemplos sucesivamente, hasta afirmar que no existe ninguna palabra que podamos decir que sea exactamente lo que queramos decir. Este viejo griego entendió eso y por eso quedo en silencio de por vida, sabiendo que toda comunicación era imposible.

sábado, 10 de noviembre de 2012

La casa Promueve Variantes. La historia del Swing: Parte uno.



Un cartel en la pared de letras rojas en marcador decía en algunos boliches: la casa promueve variantes.

 eran palabras de entendidos.

Los viejos empezaron a bajar un poco las rodillas nada más, para prevenir los dolores, y las embarazadas los siguieron. Y qué codiciadas que eran las embarazadas en esos días, en aquella tribu sin armas, esos bombos al viento, prolijamente embarnizados con betún, reflejando luz, hipnotizando hombres.

NO había niños sin padre en aquella ciudad.
Por el contrario, existía una ordenanza que limitaba a tres el número de padres por pibe.

Los hombes hipnotizados por aquellos vientres empezaron a moverse como aquellos, que el lugar era poco y no se quería acalorar a los no nacidos.
Porque aquello que llamamos bolichers no eran más que pasillos largos, que de ancho medían tres personas a la vez y siempre habían, en promedio, cuatro.)


Pero como querían seducir, y esto pasó solo en las casas de carteles con marcador, los hombres empezaron con movimientos de rodilla hacia dentro y hacia fuera. Y tal era el barullo que la palabra no podía oírse, y las embarazadas tenían que imitar esos movimientos cuando querían responder cortesmente aqeullas invitaciones y dar rienda suelta al cortejo.

Los no nacidos ya se agitaban antes de conocer este mundo, eran llevados cada noche de fin de semana a empollarse en grupo, tal era el calor que hacía en aquellos lugares. Los doctores del pueblo favorecían esta práctica.
las letras de los marcadores ya parecían de fuego. Y como cada vez que el infierno se siente en carne, y la sangre en las venas se recalientan, algunos hombres, pues este era pueblo patriarcal a fin de cuentas, empezaron a promover variantes jugadas.

Patadas largas para atrás con el talon en punta, que al principio fueron confundidas por puro odio a la vida, tal era la certeza con la que golpeaban tres o cuatro tibias al mismo tiempo. El desconcierto dejó lugar a la moda de tomarse una ginebra para resistir los dolores y los bodegueros encantados, agregaron la palabra JUGADAS a los carteles, también con marcador rojo, los que tenían, y los otros con azul, incluso con birome repasada varias veces hasta que las letras se hiciean gordas.

Cepééé!, Vejota!, era lo que se decían unos a otros cuando recibían una patada. Como era una expresión nueva, nadie entendió mucho y la mayoría creyo que quería decir Cuidaaado!, Pibe!

También estaban los que se creían más vivos, y que con cara de inteligentes dijeron descubrir en esa expresión la sigla que resumía la única normativa del lugar: la Casa Promueve Variantes Jugadas (CePeVeJota). De estos hombres la historia tiene, como tropel en catarata hacia el abismo de ejemplos. Y sí que suelen ser peligrosos los de esta calaña, pero esta vez solo jugaron un rol menor, así que dejémoslos.

Cepééé! Vejota!, significaba apuntá bien!, y eso quería decir: contra las paredes.
Las paredes estaban hechas de piedra y cal, y patiarlas un poco se iban erosionando, con tanta termita en el boliche. Lo que se podía hacer para agrandar el lugar por lo bajo, sin discutirlo con el dueño del boliche para quien el calor y el apretujo repercutía directamente en los litros de alcohol vendidos.