lunes, 25 de febrero de 2013

Belleza y desnudez

Me levanto de la cama cómo cada día.
 
La biblia para mí se convirtió en un calefón y en un abrir y cerrar los ojos me encontré frente a mi pasado como un ciego frente a un espejo, clavado en el derecho de vivir, bajo la inercia de la rutina y la cobardía de la eternidad. Me ví, la pena y la locura envidiaban a la primavera y en un sutil mirar encontré el infinito en bandeja.

Chifla la pava y un saquito de té se desangra.

Pobre mi vieja si me viera así, la abuela y mi gato que murió sólo y de a poco, cómo se mueren los animales que más sufren. Triste en la distancia y el abandono. Triste pensar que sólo se puede ser feliz de niño cuando todavía no tuviste el tiempo para desayunarte la que se venía.

La luz de la mañana me besa la cara.

Hoy mi sueño de revolución, de humildes felices, de hambres inexistentes, fue reemplazado por el sueño de una habitación en un hotel de constitución. Una habitación con una cama, una escritorio y un cajón. La cama para dormir, el escritorio para escribir, el cajón para la treinta y ocho. La ventana da a esa calle podrida de vicio, mujeres obligadas , hombres de minifalda ofreciendo su amor, drogas cortadas con vidrio, vendedores ambulantes, el boliche paraguayo que tanto me gusta y las canciones de cumpleaños de quince que suenan en la radio.

Bajo a la calle y el kiosquero me relojea y dice que tenga esperanza.

Sólo pido que algún día la luna se caiga y el mundo desnudo, deje ver que el presente y la realidad son solo un decorado, una escenografía de cartón muy mal pintada donde se esconde el eterno retorno de la cruxificcion de cristo y del imperio romano.

La realidad es un vomito eterno donde se refleja una y otra vez en cada vida un sólo tema


Los Santos y los traidores agazapados entre nosotros detrás de los pequeños gestos.
La muerte de los primeros y el imperio de los segundos.

Malhaya mi destino de poder ver lo que veo.

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