martes, 23 de agosto de 2011

Los cosos de al lao

El tiempo pasó y no se dio cuenta, buscavida berretón, nunca le salió una bien y se le escaparon todas esas cosas que amó; la casa de la abuela en verano, el fulbito de las diez en el patio del colegio, la caza de mariposas y ranas, el matinée del club con Estela Arrabal y los Cuatro latinos.

Miró a la pared, lo rodeaba basura sin sacar, platos sucios, mugre en los rincones y el goteo de una canilla. Movió el vaso de metal con vino y las palabras se le escaparon, cómo te quiero chinita, viajó a la calles de tierra que fueron su infancia. Ayer bailamos el vals, vos con tu vestido floreado y esos ojos grandes. Perdóname si no te lo dije, nunca me animé, pero ahora sí. Te invito al centro a tomar un helado, para mí de frutilla, para vos del gusto que quieras.

No la dejó pasar otra vez, cuando se fue al mazo. Pero la mano había terminado y se le reveló uno de esos secretos que se rebelan antes de la muerte, el hombre no se arrepiente de lo que hizo, se arrepiente realmente de lo que nunca se animo a hacer.