martes, 24 de julio de 2012

La revolución es un sueño eterno


El Sopera se cebaba unos mates. Mato había traído un par de galletitas de aguas, macitas le decían en el interior. Era el bajón de faso mezclada con la ansiedad de merca lo que los hacía delirar. Hacía tiempo que ya no hablaban de utopías y revoluciones, hacía tiempo que no estaban sobrios. Descubrieron que la cosa era más profunda repasaban cómo crear una nueva sociedad. Necesitarían una nueva religión.
-Cinceles de goce, dolor que se olvida, esa terrible sensación de flotar por el aire llegando a mirar la tierra desde el universo-  Sopera deliraba la música clásica que escuchaba. Matias absorto se dejaba llevar
- Tenemos que aprender a morir si queremos saber a vivir. Había leído que Platón creía que la filosofía era el ejercicio de acercarse a la muerte sin morir- Mato opinaba más racional de lo común
-  Pienso que al morir me voy a elevar y ver el fuego del sol, las llamas se esparcen lentas, un ángel llora y caemos- Matias recuesta su cabeza todavía con el mate en la mano y Sopera sigue en su delirio cada vez más elaborado – No podemos tener cielo, sería hacer de las personas pacientes cómo un enfermo de hospital esperando a su salvador. No habría que esperar nada. Habría que caer hacia el fondo del mar y que las lombrices nos coman cómo a los perros-
-¿Cómo estamos ahora? Un día perfecto para morir- Se ríe sólo y devuelve el mate – Siempre me imagine cómo en Limeligth de Chaplin unas finas muñecas de porcelana bailando ballet viniéndome a buscar a llevarme hacia la nada pero con otra música, con la parte más mística de Adiós Nonino- Pone cara estoica
-¿Todo muy bien pero no preferis que venga tu abuelo o tu hermano a buscarte?- Mato se siente herido y le devuelve el mate
-Che me parece que me voy tengo cosas que hacer-
Se saludan. Sopera vuelve al sillón, cómo todo revolucionario de clase media, figurita reprimida a exprimir la vida con los culos de la tv. Un trago, dos, cinco.  Vomitar es dejar morir un parte, piensa, y cree que los recuerdos se pueden amputar matando neuronas.
Sopera se mira al espejo. Se pregunta si el dolor le da de comer y todo esto es un pedo de Valium, una felicidad narcótica de no poder gritar, camisa de fuerza bailando el vals de un casamiento. Tiene que volver a laburar a la pizzería en la mañana pero se mira al espejo
-Si es una religión que no tenga nada que ver con el budismo ni todas esas mierdas de hippies- lo dice y sabe que antes creía en el karma – Mirar la tierra en vez de rezar, respirar profundamente, sin nada sectario, libre, ni en domingo misa ni en domingo shopping, llenar el vacío con otra cosa. Algo revolucionario. Una organización vecinal, la expresión de la singularidad, la revolución, el superhombre-
Se duerme en el sillón y lo despierta la luz del día. Al laburo. No se acuerda muy bien pero sabe que algo pensó -¿Mato que hablamos ayer?- mensaje de texto –Flasheadas-
Duerme en el colectivo, olvida otra vez. Si se trata de morir Sopera muere todos los días.