jueves, 13 de octubre de 2011

Zarpa el barco

La rivera parece siempre la misma pero ya hace tiempo partimos a ultramar. El motor empieza ronroneando, la bocina suena y de a poco, nos alejamos, aunque todo indica que siempre estamos en el mismo lugar, tal vez sea así, es posible que nosotros estemos en el mismo lugar, y en realidad el mundo es el único que se mueve. Tal vez por eso perdemos para siempre a esas cosas que queremos más.

Los meses pasan en el yugo y el silencio muerde al aire el corazón se para de mano y en un momento se detiene el tiempo. A escotilla a fumar un pucho y mirar el crepúsculo de los idolos, de los heroes del amor y de la infancia, cómo si fuesen la misma cosa. Avanza el barco y el tiempo vuelve cada vez más atrás y otra vez la bocina que suena cómo requiem de trompeta y bandoneon ronco.

Dos meses en el barco para pisar el mismo suelo en otro país, danza, de vuelta a encontrarla a ella. No recuerdo su cara, sólo su nombre y sus pies calientes. La noche es larga, el amor es una copa amarga y dulce con perfume de flores mojadas.

El mar entiende mis recuerdos y la luna siempre besa el pozo donde flota la embarcación. Pronto todo duele, grotesca la risa, el placer y todas las fiestas, las mujeres con mirada triste. Morir antes de que amanezca, antes que el vicio me ilumine para ver que la vida es una cicatriz.

domingo, 9 de octubre de 2011

El pantano Buenaventura revisitado




(Cuarto pequeño. Se asoma el personaje por la puerta. Desde allí dice: )

Elena Walsh trabajaba para la Oficina de asuntos legales del Imperio, ahora ha muerto.
Los cuentos de animales tienen éxito entre los payasos tristes. Sus hijos aman oir esas historias e imaginan a los osos como osos de peluche. Los padres aman esos cuentos porque saben que, cuando el momento llegue, podrán enseñarle nuevas versiones profesionales.

(El personaje entra completamente en escena, se sienta en una silla bajita que hay en el cuarto. Frente a él muñecos sentados mirándolo.
El personaje dice su monólogo como contándoles un cuento: )

Como todos los días, esa tarde hacía un calor agobiante en el pantano Buenaventura. El cielo estaba muy transitada y cincuenta y siete palomas se mecían en hilera sobre el único cable de télefono, hundiéndolo un poquito. La serpiente no se cansa de retar y criticar a la gacela por veloz, pero ama contarle un cuento por las noches.
 
La rana luce una cartera de cebra. Como ella, los reptiles muestran un encanto nuevo en los tiempos que corren, y se erigen como los nuevos vencedores. Eso, preocupa a la lechuza Flora, top modél del pantano Buenaventura.
¡Qué será de mí!, se pregunta Flora al verse enfrentada a tal situación, no tan gata. Ella siempre trabajó muy duro es su mirada de cacatúa para ganarse un lugar de respeto entre la farándula pantanezca.
Caída de su rama acabó de encontrarse frente a frente con el yacaré,
                                                                que la esperaba hace tiempo al pie.

 El yacaré es una yacaré. Una yacaré hembra llamada Irka. Su séquito ha sido entrenado en ucraniano, y da la pata a la orden de “dai labú”. Irka es vanidosa en su espíritu rastrero que sabe muy valorado en tierras latinas. Su temperamentalidad senil provoca espanto entre los habitantes del pantano y los hace tomar distancia. Ika interpreta ese temor como una reverencia, y se considera reina de aquel charco que los animales confunden por lago y que ella gusta llamar represa. Entre sol y sol, Irka se hac coronado Reina de la Represa de al Lado. También gusta llamar guardia pretoriana a las dos weimaraneres que siempre la esperan en la orilla, hipnotizadas por su forma de arrastrarse. Merlin y la Pinta, las ucranianas.
 Las ucranianas no esconden su sumisión a Irka, y si bien el resto de los animales del pantano las creen unas gordas ingenuotas que se han dejado seducir demasiado fácilmente, ellas traen consigo toda una historia de vida.
Es una de animales combinados, o mejor dicho, combidados, o mejor dicho, de peces león y peces gato.
 Pues Irka fue la única que se atrevió a extirparles el tumor que cada una de ellas llevaba, Merlin en una pata y la Pinta detrás de la oreja. Y con ellos se llevó el dolor, de un tarascón.

 Viejas y agradecidas, han cedido sin mucho refunfuñar a cruzarse de patas al costado de la pelopincho y fingir hacer guardia. Ellas no se sienten esclavas de nadie tampoco. Solo han decidido mudar la entrada de su casa al costado del lago y chusmear ahora ahí, invierno y verano. Los días de frío; y los de calor un poquito más a la izquierda, debajo del árbol, que se acaba de caer, con lechuza y todo. Esperemos sus ramas no hayan pinchado la piletita, y que Irka disponga dos paraguas amarillos, o mejor aún, un paraguas y un abanico para que nuestras dos viejas puedan seguir así, paliándola y pedaliándola en el pantano Buenaventura.