jueves, 13 de octubre de 2011

Zarpa el barco

La rivera parece siempre la misma pero ya hace tiempo partimos a ultramar. El motor empieza ronroneando, la bocina suena y de a poco, nos alejamos, aunque todo indica que siempre estamos en el mismo lugar, tal vez sea así, es posible que nosotros estemos en el mismo lugar, y en realidad el mundo es el único que se mueve. Tal vez por eso perdemos para siempre a esas cosas que queremos más.

Los meses pasan en el yugo y el silencio muerde al aire el corazón se para de mano y en un momento se detiene el tiempo. A escotilla a fumar un pucho y mirar el crepúsculo de los idolos, de los heroes del amor y de la infancia, cómo si fuesen la misma cosa. Avanza el barco y el tiempo vuelve cada vez más atrás y otra vez la bocina que suena cómo requiem de trompeta y bandoneon ronco.

Dos meses en el barco para pisar el mismo suelo en otro país, danza, de vuelta a encontrarla a ella. No recuerdo su cara, sólo su nombre y sus pies calientes. La noche es larga, el amor es una copa amarga y dulce con perfume de flores mojadas.

El mar entiende mis recuerdos y la luna siempre besa el pozo donde flota la embarcación. Pronto todo duele, grotesca la risa, el placer y todas las fiestas, las mujeres con mirada triste. Morir antes de que amanezca, antes que el vicio me ilumine para ver que la vida es una cicatriz.

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