domingo, 9 de septiembre de 2012

El Dios ha muerto, Viva el Dios



Si preguntas ¿Que es el ser? o ¿Qué es la libertad? Ya perdiste. Para saber esto se necesita mucho camino recorrido. Sólo se es libre siéndolo  cómo un árbol o un gato, cómo vibran los colores que se arruinan cuando busco permanecer en el remanso de los ídolos que tanto mal me hacen. Sentirse opaco en el reflejo, olvidar del propio brillo del sufrimiento, mi sufrimiento de estar siempre cayendo al vacío con los ojos ciegos bien abiertos.

Un guerrero afirma, Dios no existe, yo soy Dios. La magia del mundo aparece en las calles oscuras, ahí donde el vértigo y la miseria inunda la capital, donde la razón nunca ha llegado. La razón, siempre más al menos, siempre es preferible en un estado de bienestar que muera uno a quen mueran diez, por eso siempre existirán guerras, mientras dos sea mayor a uno. Conozco pocos que prefieren el sacrificio, morir por ese extraño a vivir con un cuerpo en la espalda.
 Una vez leí un cuento de un pueblo en el cuál si alguien moría el resto debía llevar una parte del difunto aunque sea en el bolsillo, aquél tiene un cacho de cara de aquél otro y ese lleva una pierna de alguno. Todos se llevan a todos.
Ver el vacío y más allá de querer destruirlo y destruirse, crear un oasis o un infierno. Volar, extender las alas y que los pies descalzos no pisen la mierda.

La mierda para mí es conocida. En mi vida he conocido tantos enamorados en silencio tantas vidas que han quedado en el olvido, tantas muertes en tristeza, viejos que conservan antiguas culpas en vermú y esperanzas bailando tangos con el pasado. Por eso es que la poética sin cuerpo me cansó, la estética,  por eso nosotros, los del club, preferimos la muerte por sobredosis que el ataque al corazón por comer bifecitos. El coma cerebral al partido de todos los domingos.

Sabemos que esto es una obra  de teatro, nos dimos cuenta, ahora se trata de elegir el papel que interpretamos.

 ¿Vale de dramaturgo?

Hago la pregunta y el viento me contesta...nada, contesta nada.

El viento es el grito de los recuerdos perdidos que lloran sus culpas y besan las ansias de los poetas que mendigan palabras a algo que se niegan a llamar Dios.