sábado, 31 de octubre de 2009

Asteroide B 612

Ya sé que en esa moral nueva, está mal hacerse ideales. Pero bueno ahí encuentro tal vez algún goce, obviamente no la felicidad, obviamente no el placer. Es que siempre viví en el espacio exterior y de vez en cuando caía a la tierra, me acercaba, primero me chocaba con las nubes en la cara, que linda sensación. La velocidad aumentaba, gaviotas en forma de v, grandes manchas celestes, grandes manchas verdes, las primeras montañas, los arboles cada vez más cerca y los hombres, y aquí el golpe contra la tierra. Siempre juntaba mis dientes rotos y volvía a subir.
Le conté a un compañerito la teoría de que existen seres en universos paralelos muy parecidos a nosotros a los cuales nosotros podemos observar cautelosamente mirando las plantas. Cada rumbo, cada cambio de alma, cada elección, cada omisión, cada amor, se plasma en forma de hojas, en forma de tallos. Hay veces que podemos ver sus caras. Hay veces que solo se ve la personalidad; un sauce llorón crece con sus ramas mirando hacia abajo, crece hundido en la nostalgia del pasado, un hornerito le canta un sonata y poco a poco este árbol es gigante. Este árbol se nutre del suelo y sigue mirando para abajo pero va hacia arriba.

Le quise bailar cuarteto a una chica y yo hacía pasos para que se riera, pero ella inmediatamente iba poniendo alguna excusa y corría hacia otra parte. Otra me declaro su amor bajo un sauce, ni ella se debe acordar. La otra me dio un beso y se fue de viaje, cuando volvió yo no existía más. A la otra la deje yo, tenía que estudiar. La otra se fue a Tucumán, la otra volvió a Francia, la otra nunca me dio pelota.

Mi compañero dijo que yo estaba loco cuando le conté lo de los arboles y todas ellas ahora muestran sus fotos con sus nuevos amores; ¿No saben distinguir el amor de cualquier sentimiento?

A uno se le van haciendo pozos, poco a poco va quedando menos de uno, y si bien juntamos los dientes y nos volvemos a hacer una nueva boca para besar, de a poco se van perdiendo partículas hasta no quedar nada. Nada de uno, hay partes que se transformaron en nostalgia, en frustración, ahora ya no queda nada de mí. No tengo nada que ofrecer, no tengo ganas de mendigar amor.
Así que cuando me miren interesados en mí, yo voy a intentar mirarme también. Cuando me comenten que tienen interés en mí, yo también voy a buscar interesarme en mí. Cuando me inviten a salir, yo me voy a invitar a salir. Pero por ahora no existe ese “mí”, no existe ese “yo”, tal vez sea esa planta a la cual le cayó un rayo y ahora se encuentra pudriéndose, esa planta a la que tocamos su madera y se desintegra, esa planta que cuando la miramos la mueve el viento.

domingo, 25 de octubre de 2009

Que VALGA la redundancia.

Ella se enojaría si supiera que la queremos convertir en un ideal –esos animalitos de seis patas que siempre se andan rascando el pico-. (Una curiosidad, dicen que Tasón tenía muchos en su jardín.)
Hoy llegó el día de atarla y golpearla hasta dejarla en el suelo –bien lejos del cielo-, llorando. Por esto si que no la va a hacer enojar, porque cuando la elegimos le dejamos bien clarito (¿o fue ella quien nos eligio y nos explicó tan bien?) que los dioses estaban ahora en el tacho y que con ellos los tronos, los olimpos y los diamantes también.
Es patética, ella, que no puede optar sino entre morir de hambre y mendigar. Tocar la puerta pidiendo permiso y sin hacer mucho ruido. Mendigar por un poquito de reconocimiento a Ellos, los gordos rechonchos de saber y poder.
Pero debemos entenderla. Pobrecita. Es que le sacaron todo, antes de decirle “Ahora puedes ir a vivir con los hombres” mientras la empujaban con dulzura para que se apurara y ponían un poquito de Jazz para no tener que escuchar sus dudas y titubeos.

Así fue que llegó y se convirtió en la más hermosa. Y todos mueren de amor, y todas le tienen envidia. Pero ella continua triste. Enfrentada a esta situación no pudo sino ponerse a mendigar –como una ramera que lo que busca es sexo pero necesita poner excusas.
Huida es patética como reformista para revolucionario. Su historia es patética, más cómica que trágica por momentos. Es patética como un soldado que mendiga amor entre minas y cráteres con miembros de sus compañeros “caídos” en batalla. Más patética incluso que algún otro soldado que, orgulloso, cree tenerlo todo porque tiene a su patria y corre hacia la muerte con una sonrisa de imbécil.

Por su parte, Tragedia entrada ya en años –y los años dan experiencia (¿)- nos permite ver EntrE mundos. Me mira tranquila y me cuenta de ese lugar donde Huida es la mas respetada de las mujeres, allí donde todos entendieron que no se trataba sino de Sujetos Sujetados. Y que ValgA la redundancia porque sino no juego más.
Yo me siento tan tonto ante las palabras de esta señorita que me dan ganas de nunca haber abierto la boca. Me quedo callado y las miro.

¡Tragedia y Huida son tan buenas amigas! Creo que son las matemáticas que las mantienen tan unidas. Sobre todo ese juego en el que agarran dos números y los hacen ochocientos, y se quedan mirando, perplejas, toda la tarde. (A no confundir con jesús los panes y los vinos. Ellas, repito, se quedan per-ple-jas.)

En cambio, cuando llueve, y les dan ganas de quedarse adentro, empiezan a romper palabras. En lo que va del año ya han roto Maduración, Verdad (aunque esa era para principiantes) y otras. También se han roto a si mismas. Mejor dicho, la una a la otra. Fue la única condición que impusieron a todos los jugadores (a ellas mismas). Mi opinión es que era la única manera que tenían de respetarse.
Si fuera un filósofo quizás debería decir deconstruir. Por suerte no lo soy. Ni siquiera un pedagogo; mas bien lo contrario. Soy un niñosociologo (o mejor un niño-sociólogo) sin pretensiones. De hecho, si pudiera, me sacaría el logo y lo tiraría en el mismo tacho de los tronos y los olimpos.
Solo quería decir que romper es mi figurita preferida, y no la cambio por otra ni aunque la tenga repetida treinta veces.
Ahora, me sobrepongo a la vergüenza y me voy al living a preguntarles si me dejan jugar con ellas.

Confesiones desde el cielo

Me pareció que el mundo es represivo, que la educación, la familia, la moral y los amigos imponen sistemas de contorl, que nos diecen como vivir, como ser normal y como ser mejor. Todo esto es diferente a nuestro placer y nuestro ser, nada de gritar con nuestra propia voz, nosotros tenemos un libreto y nada de disfurtar del amor. Así que aunque no sé escribir, aunque de alguna manera ecribo y me sale alguna rima de payador, heredada, espero, de atahualpa y de alguna guitarra, quise hacer una historia de una amiga, que más que amiga es pretención de algo más, tal vez, como toda amiga a esta edad.
Es dificil la amistad, en sentido catolico, con las mujeres. A veces hablamos suponiendo la monogamia y a las necesidades como interes y egoismo, gran error. Pero uno se encuentra tomando mates y ella tal vez se rie de como miró las burbujas y eso me produce ternura, vemos que sacan flores de los bolsillos y por ahí es solo nuestra imaginación

Cuando la inspiración se hizo carne

En la calle Lavalle de Bragado, provincia de Buenos Aires, discutía un grupo de amigos. Un Diciembre y de vacaciones, ellos hablando de la educación con cara de serios y argumentos estudiados.

Que la crisis hace que la gente no termine de estudiar, falta autoridad, falta atención a los profesores y las familias no se relacionan con la escuela. La gente no tiene ganas de vivir, de mejorar y nunca se va a lograr el desarrollo con una sociedad como tal. ¡El capital humano es nuestro mayor recurso y debemos aprovecharlo al máximo, debemos diferenciar entre aquellos de diferente habilidad, desde chicos separar y potenciar sus habilidades, perfeccionándolos hasta que tengan un don y que llegué día esperado en que este país sea desarrollado!

En el pantano de Abril nunca hubo juncos para esconderse, su vida fue un mate olvidado arriba de la mesa, sin la sutileza de haberlo regado y con el desdén de la protesta por no estar llenito, caliente y listo para ser usado. A veces nos dicen que tenemos que ser comestibles; un alfajor de tres pisos y dulce de leche. Nada de tener un piso y encontrarnos en el fondo del kiosco, a otros le dicen que deben ser gomitas o caramelos de frutilla. Se enojan los kiosqueros cuando no queremos ser vendidos por más que tengamos el consuelo de que algún niño con sus escasos centavitos nos haya elegido para jugar un poquito y nutrirse de nosotros.

Sé que nadie puede tener a nadie, menos a vos. Que el amor no se hace, que el hacer es lengua de explotador. Que se forman nubes cuando comes flan casero con crema y que sabemos, por algunos filósofos, que la alegría y la tristeza nacen del mismo árbol.

Nosotros somos hermanos en la desgracia en el precipicio del siglo XX, el principio que devino en vacio del XXI, como no podría haber sido de otra forma en el que sentir se convirtió en una desgracia y el que siente en un criminal; una bondiola tiene que ser embasada y si su tamaño es mayor al recipiente, debe ser desechada. Esperar a las bacterias, podrirse o tener fe que en algún basurero un niño pobre del conurbano nos encuentre.

Sabemos que el exceso de ternura produce dolor y que el arroyo susurra una melodía, que los arboles son como nosotros en otra dimensión, que sus ramas son como nuestras elecciones, su corteza como nuestros ojos y sus frutos como nuestro amor. Sabemos que cuando una ciruela cae del árbol solo puede levantarse saliendo al centro a tomar un helado.

Te encontré tirada en calle ¿Te acordás? No pude ver tus ojos y el pelo en forma de fuego, es que dabas tanta luz. Ese fue siempre tu quilombo, dar tanta luz a los demás, cegarlos de inspiración sin que ellos te pudiesen ver como sos; poco a poco nos fuimos pudriendo.

Vos que desde chica estuviste marginada, que en la familia aristocrática te gritaban por llorar, por no querer ir a esas fiestas sociales y por querer jugar con los chicos en la calle. Por jugar con jazmines y en vez de la cocinita de juguete y las pistolitas de plástico, vos que tanto llorabas. Que cuando estabas en la escuela discutías, que dos más dos no son cuatro, porque uno más uno son más que dos; tu abuela cuando estaba con vos te hacía sentir el universo y que cuando se fue ya no eras vos. Frente a este tipo de acotación, la profesora te mandaba a hablar con el rector.
Me contaste: cuando eras chica jugaste a que saltabas por las nubes en las mesas del salón. Que José se cayó y la profesora te castigó. La misma profesora que permitía el acoso, la violencia hacia los alumnos más débiles. Te acongojabas, te acongojas… por ellos, por ver como sufrían, como siguen sufriendo. Preferiste ser la víctima, preferiste sufrir por ellos, creíste, al principio, que la profesora iba a hacer algo. Enseñaba una doctrina pero no la aplicaba; tal vez por miedo a que los chicos luego no le hicieran caso, permitía el abuso cotidiano.

En el fin de semana ibas con tu única amiga a robar arándanos y frutas tropicales. Encontraste un grupito en el cual podías ser. Justo cuando todo se parecía acomodar, cuando encontraste tu lugar y una armadura a tu sufrimiento, el deber te llamó a la puerta.

El tiempo se terminaba, había que decidir ser algo o no ser nada “Dieciocho años y no sabes que hacer de tu vida! No sabes todo lo que hacemos por vos” Gritaban tus parientes y vos te reías. Pero te llevaron a temer, a decirte que eras mediocre y fracasada, que a los veinte años Mozart había compuesto miles de sinfonías, Borges ya sabía leer Alemán y Newton ya había demostrado varias teorías. Ahí te cayó la ficha, quisiste correr, no había donde, sabías que te perseguían y sentiste cosas que no sabes si tienen palabras, te enmarañaba el sabor y las burbujas de agua iban del rio a tus ojos y de tus ojos al piso.

Porque si bien el Olimpo no mando esta vez a un profeta por miedo que lo crucifiquen o que lo asesine el FBI, te mandaron a vos, a la inspiración echa carne. Pero te llevamos a la autocrucifixión. Nunca fuiste, ni vas a ser suficiente. Hicimos tu corona de espinas, esta vez, de jeringas y cartas vacías, porque nunca fuiste lo suficiente para escribir, que iban a decir de esas letras sin gramática, de esas falta de ortografía. Porque en este siglo mejoramos las cosas que sirven para hacer algo, pero nunca lo hacemos; un joven estudia guitarra porque puede saber perfectamente cómo usarla, pero se queda enseñando la técnica y le quita el arte; le saca el queso a la pizza, no le pone coca al fernet y se come la chuleta sin grasa para una salud mantener. ¿Cómo van a entendernos esos muertos en pie?

Buenos Aires es lindo de noche, cuando los colectivos no te quieren pasar por arriba, cuando no hay ojos que te pueden ignorar, cuando el aire aparece y los pulmones respiraran. ¿Sabías que sin tu luz yo me encontraba, así, como la hoja reseca cae del árbol y el suelo abriga el paso del marrón al gris y del gris a la nada? Caemos y ponemos cara de berrinche, como dice Santiago, nos hacemos los niños preocupados y nos ponemos esos trajes grises que no nos permiten estirar la mano y cazar esas flores azules que corren contra el tiempo.

Maldita esta civilización, ya no matamos a los dioses y los profetas, los llevamos al suicidio. Les hablamos de amor al prójimo y les pedimos rituales, diezmo, obediencia y sumisión. Les hablamos de claridad y razón, pero le imponemos estructuras y modos razonables de ver, les decimos que se especialicen, que se conviertan en los mejores. Les decimos que sean universales, que mesas redondas los esperan, que ya son adultos, pero no para opinar, sino para trabajar. Ahora nos dicen que somos un desperdicio. La inspiración que iba a ser diferenciar al ruin del artista, al revolucionario del mediocre y al hombre feliz de la tristeza prolongada, debe tomar forma, debe moderarse y ser “normal”.

No temas Abril, que el viento llevará tu luz, que en mis ojos ya se posaron; que el próximo diciembre en la calle Lavalle, nos juntaremos a hablar de poesía y del sentido trágico de la existencia. Que honraremos al que vive y esta vez lo escucharemos, que toda palabra cita al universo cuyo principal atributo es la complejidad. Somos dueño de nosotros y jugamos diciendo que podemos crear, esperemos dejar nuestra esencia de vainilla en el ambiente.

No s'e que pasara con Abril, se perdera su dignidady vivira infeliz y normal de por vida. Pero ella sabe que la vida son solo caminos; el nuestro por más que cueste su recorrida tiene corazón. No nos vamos a dejarencerrar en calabozos,psiquiátricos o laberintos. Sigamos bailando, sigamos cayendo, para eso fuimos creados. Pero que en algún giro inesperado, en un chicaneo mio, tal vez nos mariemos y nos olvidemos donde estamos y en ese momento donde arriba sea abajo, ya no nos importe y sigamos bailando

domingo, 18 de octubre de 2009

el dia a dia a martillazos

No soy un genio ni vivo del aire. No me voy a engañar diciendo que vivo del aire.
En mi tragedia acepto algunas de tus reglas solo para decirle que no a las otras.
Bailo cuando debería caminar y corro cuando no estoy apurado.
No soy un genio ni conozco al menos alguno para poder admirar.
Ah! Si tan solo tuviera un genio, o pudiera creerle a las personas cuando me hablan de uno.
Como no creo en esos embrujos me resigno al movimiento. Llevo y traigo –como aprendí de los chismosos- y muevo algunas cosas cada tanto. Pequeños objetos, nada muy pesado porque no tengo mucha fuerza. Pero lo importante no es el tamaño ni el peso sino el pequeño agujero que puedo abrir en la vidriera de una tienda Armani. !Y por favor no vayan a creer que asi creo luchar contra el capitalismo transnacional!. Si consigo resquebrajar un poco la vidriera es para abrir un portalcito, invitar a pasar un rato a Grotesco. Aunque más no sea uno o dos días antes que la vidriera sea reemplazada por una nueva. En ese tiempo varios transeúntes se quedaran mirando el absurdo. Quizas hasta cruzamos algunas miradas complices.
No soy un genio ni conozco ninguno. Ni siquiera tengo mucha fuerza. Solo tengo un movimiento como principio y te repito que si presto tanta atención cuando me explicas tus reglas y como FuncionaN es para hacerlo diferente.
Me muevo, mi cuerpo a veces acompañado de algún pequeño objeto, nada de mucho valor, quizás una piedra, pero no siempre.
Llevo y traigo como el chismoso y todos los días monto escenas absurdas para recordarme que estoy vivo. Y así tiendo redes. Entre ojos que se guiñan acumulamos bolsillos para mover piedritas y otros objetos de escaso valor.