domingo, 25 de octubre de 2009

Que VALGA la redundancia.

Ella se enojaría si supiera que la queremos convertir en un ideal –esos animalitos de seis patas que siempre se andan rascando el pico-. (Una curiosidad, dicen que Tasón tenía muchos en su jardín.)
Hoy llegó el día de atarla y golpearla hasta dejarla en el suelo –bien lejos del cielo-, llorando. Por esto si que no la va a hacer enojar, porque cuando la elegimos le dejamos bien clarito (¿o fue ella quien nos eligio y nos explicó tan bien?) que los dioses estaban ahora en el tacho y que con ellos los tronos, los olimpos y los diamantes también.
Es patética, ella, que no puede optar sino entre morir de hambre y mendigar. Tocar la puerta pidiendo permiso y sin hacer mucho ruido. Mendigar por un poquito de reconocimiento a Ellos, los gordos rechonchos de saber y poder.
Pero debemos entenderla. Pobrecita. Es que le sacaron todo, antes de decirle “Ahora puedes ir a vivir con los hombres” mientras la empujaban con dulzura para que se apurara y ponían un poquito de Jazz para no tener que escuchar sus dudas y titubeos.

Así fue que llegó y se convirtió en la más hermosa. Y todos mueren de amor, y todas le tienen envidia. Pero ella continua triste. Enfrentada a esta situación no pudo sino ponerse a mendigar –como una ramera que lo que busca es sexo pero necesita poner excusas.
Huida es patética como reformista para revolucionario. Su historia es patética, más cómica que trágica por momentos. Es patética como un soldado que mendiga amor entre minas y cráteres con miembros de sus compañeros “caídos” en batalla. Más patética incluso que algún otro soldado que, orgulloso, cree tenerlo todo porque tiene a su patria y corre hacia la muerte con una sonrisa de imbécil.

Por su parte, Tragedia entrada ya en años –y los años dan experiencia (¿)- nos permite ver EntrE mundos. Me mira tranquila y me cuenta de ese lugar donde Huida es la mas respetada de las mujeres, allí donde todos entendieron que no se trataba sino de Sujetos Sujetados. Y que ValgA la redundancia porque sino no juego más.
Yo me siento tan tonto ante las palabras de esta señorita que me dan ganas de nunca haber abierto la boca. Me quedo callado y las miro.

¡Tragedia y Huida son tan buenas amigas! Creo que son las matemáticas que las mantienen tan unidas. Sobre todo ese juego en el que agarran dos números y los hacen ochocientos, y se quedan mirando, perplejas, toda la tarde. (A no confundir con jesús los panes y los vinos. Ellas, repito, se quedan per-ple-jas.)

En cambio, cuando llueve, y les dan ganas de quedarse adentro, empiezan a romper palabras. En lo que va del año ya han roto Maduración, Verdad (aunque esa era para principiantes) y otras. También se han roto a si mismas. Mejor dicho, la una a la otra. Fue la única condición que impusieron a todos los jugadores (a ellas mismas). Mi opinión es que era la única manera que tenían de respetarse.
Si fuera un filósofo quizás debería decir deconstruir. Por suerte no lo soy. Ni siquiera un pedagogo; mas bien lo contrario. Soy un niñosociologo (o mejor un niño-sociólogo) sin pretensiones. De hecho, si pudiera, me sacaría el logo y lo tiraría en el mismo tacho de los tronos y los olimpos.
Solo quería decir que romper es mi figurita preferida, y no la cambio por otra ni aunque la tenga repetida treinta veces.
Ahora, me sobrepongo a la vergüenza y me voy al living a preguntarles si me dejan jugar con ellas.

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