miércoles, 15 de febrero de 2012

Emes de caras y de ripio


Cuánto más se siente la pampa que el ripio. Cuánto que la arenilla en la que solo se puede escribir tú nombre con ametralladora en Las Conchillas, en la República de Río Negro.

Cuanto le costaba explicarse romántico, que tantas canciones sobre angustias existencialistas y gitanos solo le gustaban por sus ritmos, y que por eso las aprendía en otras lenguas.
Cuántos jabones en pompis y cremas de afeitar tuvieron que pasar por fuera y por dentro de su cara para que entendiera el efecto de la mascarilla; el de los botones a borbotones y las pompas montadas en aspiradoras, inyectadas por su oreja.

Mascarillas de ripio desechas con una calibre veintidos.
Pompas de libido abriendo sus poros, solo para poder maquillarse en los baños del respetable ejército argentino, aunque todos creyeran que lo que buscaba con eso era cortarse o no cortarse su ser con la yilet.

Una caricia en semblante dibujando las facciones que ya había olvidado.
Metáforas sobre caras para sensualistas que así solo pueden entender cabezas dando vueltas en su lugar, ideadas por dibujantes de la Warner.

¡Oh, Nuestra querida Warner!, siempre te supimos argentina, y si seguimos reclamando las Malvinas es porque sabemos que todos tus personajes han corrido y re-corrido en andanzas y en patas aquellos áridos territorios.


Cuánta desazón le producía.
¡Cuánta!, que ya nadie lo tomara en serio, a él que había representado a su patria en cada lugar al que había ido, en cualquier paisaje del mundo. A él que comparaba paradas de colectivo con hoteles transitorios con metáforas sobre el crecimiento espiritual.
Y que si confundía todo eso era porque con los años ya veía un poquito mal de lejos, y ya pensaba en otras cosas. En lo que siempre había querido decir, y no creía una confusión.

El himno Chubutense hubiera sido silbado por orcas y delfines, el porteño un tango.
Siempre había confundido la geografía del continente argentino y era porque los ritmos él los escuchaba diferente, porque veía ritmos en las palabras de cualquiera, y las canciones le parecían eso y melodías. Y a él le venían a hablar de tristezas y existencialismos, ¡incluso, decían escucharlo hablar de eso! 

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