sábado, 10 de noviembre de 2012

La casa Promueve Variantes. La historia del Swing: Parte uno.



Un cartel en la pared de letras rojas en marcador decía en algunos boliches: la casa promueve variantes.

 eran palabras de entendidos.

Los viejos empezaron a bajar un poco las rodillas nada más, para prevenir los dolores, y las embarazadas los siguieron. Y qué codiciadas que eran las embarazadas en esos días, en aquella tribu sin armas, esos bombos al viento, prolijamente embarnizados con betún, reflejando luz, hipnotizando hombres.

NO había niños sin padre en aquella ciudad.
Por el contrario, existía una ordenanza que limitaba a tres el número de padres por pibe.

Los hombes hipnotizados por aquellos vientres empezaron a moverse como aquellos, que el lugar era poco y no se quería acalorar a los no nacidos.
Porque aquello que llamamos bolichers no eran más que pasillos largos, que de ancho medían tres personas a la vez y siempre habían, en promedio, cuatro.)


Pero como querían seducir, y esto pasó solo en las casas de carteles con marcador, los hombres empezaron con movimientos de rodilla hacia dentro y hacia fuera. Y tal era el barullo que la palabra no podía oírse, y las embarazadas tenían que imitar esos movimientos cuando querían responder cortesmente aqeullas invitaciones y dar rienda suelta al cortejo.

Los no nacidos ya se agitaban antes de conocer este mundo, eran llevados cada noche de fin de semana a empollarse en grupo, tal era el calor que hacía en aquellos lugares. Los doctores del pueblo favorecían esta práctica.
las letras de los marcadores ya parecían de fuego. Y como cada vez que el infierno se siente en carne, y la sangre en las venas se recalientan, algunos hombres, pues este era pueblo patriarcal a fin de cuentas, empezaron a promover variantes jugadas.

Patadas largas para atrás con el talon en punta, que al principio fueron confundidas por puro odio a la vida, tal era la certeza con la que golpeaban tres o cuatro tibias al mismo tiempo. El desconcierto dejó lugar a la moda de tomarse una ginebra para resistir los dolores y los bodegueros encantados, agregaron la palabra JUGADAS a los carteles, también con marcador rojo, los que tenían, y los otros con azul, incluso con birome repasada varias veces hasta que las letras se hiciean gordas.

Cepééé!, Vejota!, era lo que se decían unos a otros cuando recibían una patada. Como era una expresión nueva, nadie entendió mucho y la mayoría creyo que quería decir Cuidaaado!, Pibe!

También estaban los que se creían más vivos, y que con cara de inteligentes dijeron descubrir en esa expresión la sigla que resumía la única normativa del lugar: la Casa Promueve Variantes Jugadas (CePeVeJota). De estos hombres la historia tiene, como tropel en catarata hacia el abismo de ejemplos. Y sí que suelen ser peligrosos los de esta calaña, pero esta vez solo jugaron un rol menor, así que dejémoslos.

Cepééé! Vejota!, significaba apuntá bien!, y eso quería decir: contra las paredes.
Las paredes estaban hechas de piedra y cal, y patiarlas un poco se iban erosionando, con tanta termita en el boliche. Lo que se podía hacer para agrandar el lugar por lo bajo, sin discutirlo con el dueño del boliche para quien el calor y el apretujo repercutía directamente en los litros de alcohol vendidos. 

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