Un cartel en la pared de letras rojas en marcador decía en algunos
boliches: la casa promueve variantes.
eran palabras de entendidos.
Los viejos empezaron a bajar un poco las rodillas nada más, para
prevenir los dolores, y las embarazadas los siguieron. Y qué codiciadas que
eran las embarazadas en esos días, en aquella tribu sin armas, esos bombos al
viento, prolijamente embarnizados con betún, reflejando luz, hipnotizando
hombres.
NO había niños sin padre en aquella ciudad.
Por el contrario, existía una ordenanza que limitaba a tres el número de
padres por pibe.
Los hombes hipnotizados por aquellos vientres empezaron a moverse como
aquellos, que el lugar era poco y no se quería acalorar a los no nacidos.
Porque aquello que llamamos bolichers no eran más que pasillos largos, que de ancho medían
tres personas a la vez y siempre habían, en promedio, cuatro.)
Pero como querían seducir, y esto pasó solo en las casas de carteles con
marcador, los hombres empezaron con movimientos de rodilla hacia dentro y hacia
fuera. Y tal era el barullo que la palabra no podía oírse, y las embarazadas
tenían que imitar esos movimientos cuando querían responder cortesmente
aqeullas invitaciones y dar rienda suelta al cortejo.
Los no nacidos ya se agitaban antes de conocer este mundo, eran llevados
cada noche de fin de semana a empollarse en grupo, tal era el calor que hacía
en aquellos lugares. Los doctores del pueblo favorecían esta práctica.
las letras de los marcadores ya parecían de fuego. Y como cada vez que
el infierno se siente en carne, y la sangre en las venas se recalientan,
algunos hombres, pues este era pueblo patriarcal a fin de cuentas, empezaron a
promover variantes jugadas.
Patadas largas para atrás con el talon en punta, que al principio fueron
confundidas por puro odio a la vida, tal era la certeza con la que golpeaban
tres o cuatro tibias al mismo tiempo. El desconcierto dejó lugar a la moda de
tomarse una ginebra para resistir los dolores y los bodegueros encantados,
agregaron la palabra JUGADAS a los carteles, también con marcador rojo, los que
tenían, y los otros con azul, incluso con birome repasada varias veces hasta
que las letras se hiciean gordas.
Cepééé!, Vejota!, era lo que se decían unos a otros cuando recibían una
patada. Como era una expresión nueva, nadie entendió mucho y la mayoría creyo
que quería decir Cuidaaado!, Pibe!
También estaban los que se creían más vivos, y que con cara de
inteligentes dijeron descubrir en esa expresión la sigla que resumía la única
normativa del lugar: la Casa Promueve Variantes Jugadas (CePeVeJota). De estos
hombres la historia tiene, como tropel en catarata hacia el abismo de ejemplos.
Y sí que suelen ser peligrosos los de esta calaña, pero esta vez solo jugaron
un rol menor, así que dejémoslos.
Cepééé! Vejota!, significaba apuntá bien!, y eso quería decir: contra
las paredes.
Las paredes estaban hechas de piedra y cal, y patiarlas un poco se iban
erosionando, con tanta termita en el boliche. Lo que se podía hacer para
agrandar el lugar por lo bajo, sin discutirlo con el dueño del boliche para
quien el calor y el apretujo repercutía directamente en los litros de alcohol
vendidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario