viernes, 10 de diciembre de 2010

Hiedra en la pared

Son muchos los colores que tienen relación con la vida, tantos otros con la muerte. Un hospital y su higiene destila color etílico, una cárcel combina pantalones con marcas de sandalias y color de rostros, o mejor dicho, rostros del estado de ánimo, digo, el anima del estado es el rostro de la cárcel. Pero dejemos de joder ¿para qué gastar tinta en putear a la burocracia si ya su existencia es una puteada a la belleza?
Asó, igual que todo, perdón, aún así Paula se confundió en un otoño gris y se vestió diferente. La conciencia, ese otro cuerpo que flota arriba de la cabeza y lo sigue por todas las mundanas pisadas, estaba muy poco desarrollado en esta Paula, por eso estas letras no hablan de ella, la historia es otra, es así:
En los pasillos del aburrido edificio de tribunales en un otoño gris de calles inundadas de nenes mangueando monedas, cartón gris y herencia de clase a corcel motorizado pasaba levitando un vestido celeste. Propulsado por sus flecos ahogaba de primavera a los transeúntes que posaban su vista en el y hasta algunos abogados se detenían enmarañados de ese olor a suspirar, se podía ver, también, a algunos tirando sus agendas y celulares, hasta una paloma ululo una melodía que sonaba a tereré o chamamé y trajeados no podía resistir la tentación de pensar en irse a vivir en bolas a la selva amazónica o acodarse toda la tarde en el cafe de la esquina.
Cabe destacar que muchas sentencias se revirtieron, declarando como inocentes a antiguos culpables y perdonando penas de muertes a condenados, pero fueron revisadas al otro día pasado el efecto y se volvieron a revertir, puesto todo nuevamente en orden y en transcurso natural de ejecución. Pero lo que no lograron fue quitarles lo bailado ¿Quién te puede sacar un día de libertad aunque solo pudiste acariciar un poquito la esencia con la punta de los dedos?

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