miércoles, 1 de diciembre de 2010

Socavón

La noche hecha por los versos más lindos que nunca escribió nadie. Debajo del ciruelo, de las estrellas, mateaba Pablo.

Su pecho latía de colores...

Llovió y llovió, se empezó a inundar el pueblo, los mares rebalsaron, todo quedó tapado.

Largar el pa dentro, pa fuera, poder hacer palabra al relincho, al paso del tiempo, al vuelo de las aves, al silbido de la perdiz en los pajonales.

La caída de la noche fue larga, como esas bombas que tienen tiempo hasta para silvar un tango, como la caída de esos heroes de patas de palo.

El viento murmaraba el desplome de un Ceibo y un eco transportaba mensajes de otros mundos. Se veían las hojas moverse despacito, a lo lejos, los arboles saludando a dios.

Ese murmullo recorría la soledad de las calles de la tierra. Un caballo blanco en el medio de la noche pastando, la luna, el ruido de los grillos y las ranas.

Pablo solo, cayendo, dejandose, muriendo, vomitando, repasando el pasado, mateaba, el nomás, con su silencio y su mirada.

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