martes, 30 de noviembre de 2010

Sin título. (Material: Témperas en gravedad acelerada a partir de una simulación de agujero negro. 12x5x4x6x8x7xfxnxixpxlxk centímetros)

Hartazgo del mundo. Amor por la vida; que mi perro se esconda debajo de mi silla y deje llover. Prendo una música vieja y un sahumerio.

Un hartazgo como cuadernillo de los que venden en el tren para que los chicos pinten. Me pongo a decorar. Les abro la ventana.
Un odio al mundo y un amor a la vida que empiezan conciliar en los días, cierta nostalgia tranquila que viene cuando la tierra decide imponerse con sus aromas, frente a un cielo que amenaza por tomarlo todo.
Un impregnarse en el pasaje. Algo escondido adentro del puño. ¿O será sólo la ilusión eficiente de quien se confunde en un cruce de miradas? Te engaño, te convenzo y me miro en tus ojos.
Una bolita de pintura ocre seca en el puño. Un brazo que se mueve en una convergencia constante, ese límite mentiroso entre yo y el mundo, la vida y el mundo; y un movimiento de palma que finge elegancia, finge una cierta musicalidad.

Lo que una mirada sútil encontraría, un pedacito de témpera dando vueltas por aquí y una palma intendo seguirlo siempre, como si en la convergencia entre la mano y la bolita se pudiera encontrar siempre el desenmascaramiento de la farsa.
La lluvia contra el sahumerio. El cielo contra la tierra.

Se cierran de un golpe todos los libros del pasado y las instituciones del planeta, (ministerios varios, casas de justicia, burocracias surtidas a lo baglei, universidades), todos exigen una muestra de baile como exámen de ingreso.
Sepa mover la palma.
Déjese mirar.

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