lunes, 15 de noviembre de 2010

Desde el quioscacho de Garage y bar de Demichelis.

Sentado en la barra oscura, con el alfajor de diez centavos en la mano, escucho al sol entrar por la ventana, y la canilla abierta limpiando el vaso para servirme un wisky nacional. El negro Demichelis tiene que atender a alguna vieja que vino a comprar pan y soda en el almacencito separado por un cortina. Me desahago solitario deshago de silencio irrepetible que no se deja evocar, como sumergido en un mar oscuro y pesado, pero todo ahí, por momentos ahí o tal vez ahí, simplemente estando, esa modalidad del ser que puede poner cara de sabiduría, reflejaral sol y la luna en una lagrima. Todo está tan en blanco y negro, el piso lleno de tierra, la puertita antigua de pulpería, una imagen de un Gardel maquillado, su canto no, su canto tan él.

Si! evoco tanto tango pensando en un Blues que dice Desconfío de la vida, o solo a mí queriendo hacer colectivo algo tan mío... No puedo dejar de hacerlo, no puedo dejar de llorar el paredón, el campito, donde jugabamos al futbol de chicos, no puedo dejar de extrañar a la abuela y a ella, que la adivino en cada hielo.
Le tengo miedo, sin esta nostalgía sería tan en vano mi vida, sin todo este rencor por la vida, sería tan frágil mi fracaso y no podría dejarme estar, no podría estar acá, nombrando a mi pasado, debería seguir. Si, a un futuro, a un futuro inevitable con fin en la muerte muerte,precedida un minuto antes por una jubilación misera y el abandono, el olvido después de tanto cubículo y tanto plan de vida, depués de tanta amargura y tanto romperse los cuernos contra la pared para que la vida te devuelva como una cachetada una cara cansada de vivir.

Me quedo con esta, entonces, me quedo con la acida humedad que despinta las paredes y deja a este momento en blanco y negro, con música de radio vieja, con música vieja sonando en vinillo, un blues, un jazz, un tango, el grito de un viejo llorando en el baño, porque sí, porque algo había que hacer con tanto silencio, con tanto vidrios rotos en el pecho.

Que lindo lugar para hundirme en mi miseria, con mi vaso, Gardel y yo.

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