jueves, 23 de junio de 2011

En no sé donde

Todavía tengo la muñequita como para escribir un pilon de flores
O cartas de amor.

Podría quizas escribir solo una y poner las cosas a girar, en el lugar,

No tengo miedo de despertarme y recordar que no soy dios. De hecho me fanatiza el halo de fracaso que me envuelve cuando me decis que no –siempre que pienso que todavía hay un poquito de tiempo para que me digas que sí.

Podría entonces agitar la muñequita una vez más, y poner a tiritar-tambalear en el aire todos esos recuerdos; como segunda opción siempre puedo amistarme con gente de tapado de la Rusia del XIX, decirles que yo hacia buenas migas con el doctor del traje raído, Rakolnikof, y en todo caso pedir que te secuestren y te hagan aparecer en alguna costa portuguesa o rioplatense. O que lo secuestren a él y lo lleven a dar un paseo por las pirámides egipcias.

Pero la mejor creo, es la de la dinamita en un costado de tu cabeza y la cirugía plática luego para que no quede rastro. Una dinamita, que lo hace saltar casi todo por los aires y una falsa invitación a un retiro espiritual en no se donde para justificar tu escapatoria del mundo por unos días.

Una escapatoria en no sé donde, porque yo me imagino que tu mundo no está pintado con los colores del horizonte y el atardecer. O yo, que solo puedo hacer de esa hipótesis mi mundo, el único en el que tengo un lugarcito para existir.

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