sábado, 10 de septiembre de 2011

Campos de algodón

Pensar que escribo sin orden, eso impulsa mis palabras. Sentir que la vida se desprende cada día que pasa y ella no está, eso es la tristeza, la única medida que tengo acerca de mi existencia y la profundidad del universo. Las estrellas brillan, flotar dentro de un caleidoscopio, átomos de colores separados por distancias ¿Acaso no son las distancia invento del hombre?

Llovió cien años de soledad con lagrimas violeta jacarandá y los gritos se escucharon desde lejos. Ayer perdía el pellejo en agua hirviendo y hoy escucho el viento infinito de un pampa que se convierte en el soplo de flautas renacentistas. Quisiera poder volar.

El río refleja la luz de la mañana y el bosque canta Creendence. Es así cómo uno aprende a vivir. Ya me fui a escribir otra cosa, descubrí que para que te entiendan nunca hay que ofrecer carne cruda, disculpen si esta vez si indigestan de sinceridad.

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