Llovió cien años de soledad con lagrimas violeta jacarandá y los gritos se escucharon desde lejos. Ayer perdía el pellejo en agua hirviendo y hoy escucho el viento infinito de un pampa que se convierte en el soplo de flautas renacentistas. Quisiera poder volar.
El río refleja la luz de la mañana y el bosque canta Creendence. Es así cómo uno aprende a vivir. Ya me fui a escribir otra cosa, descubrí que para que te entiendan nunca hay que ofrecer carne cruda, disculpen si esta vez si indigestan de sinceridad.
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