viernes, 16 de septiembre de 2011

Las estrellas se habían colgado

La vía láctea se colgó. Algún insomne le había derramado café negro. El sistema de estrellas está por reiniciarse. La comunicación se hubo interrumpido. El botón no anda y va a haber que reiniciar el sistema en modo manual. ¿Hay todavía alguién vivo que recuerde el funcionamiento? Cuando nos preguntan a qué nos dedicamos decimos “a anunciar profecías, a guiar al que se deje.” Y a aquellos que tanto nos preguntan cosas, y nos tratan de chantas, yo les digo que cuando debo completar el cuadro de profesión en los formularios siempre escribo profeta en mayúscula, y que para llegar a eso he debido trabajar mucho. Fueron días interminables aprendiendo cómo poner la voz, sobre todo!, cómo instrumentar el espacio dentro de la boca y las orejas para que los silencios tengan una duración matemáticamente estipulada y produzcan el estímulo correspondiente. Y toda matemática proviene de la mística, que es una disciplina y no un agujero negro como muchos piensan. Puede de hecho comprobarse en los números sagrados que seguramente se esconden en las relaciones que existen en las edificaciones de cualquier religión, donde los arcos y las paredes -en realidad todas las terminaciones- están dispuestos para que la colectividad sea la que resuene pero jamás el individuo. - Con el tiempo desentrañamos el verdadero sentido de todos los animés japoneses. Guiados por el frenesí orientalista no pudimos ver que el mayor secreto de nuestra infancia se encontraba en Cartoon Network, y más precisamente en aquellos dos ratones que despertaban todas las mañanas de su vida queriendo conquistar el mundo. Allí mismo se encontraba la explicacón de tantos gatos agarrándose sus bigotes y tirando de ellos, apasionados por el dilema de comerse a esos ratoncitos o escucharlos un rato más, una tensión tan epidérmica que les producía una voluptuosidad que jamás habían experimentado pero les gustaba mucho. ¿Y cuál es su profesión? Soy profeta. No traigo verdades o engaños, solo palabras que llenarán sus corazones de fervor. Un fervor que es el verdadero origen de la civilización y no la razón, como tantos malditos demonios les quisieron hacer creer durante tanto tiempo. Un fervor que puedo garantizarle, tardará mucho tiempo en apagarse. Recuerda siempre que, cuando los niños juegan a las naves espaciales, no es la sensación de estar en el espacio -como adultocéntrica-nostálgicamente habrías de suponer- sino la cantidad de botones que tienen para apretar.

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