martes, 19 de mayo de 2009

Un autómata en besando

Si la persona te atrae mucho, aunque el deseo sexual despertado sea tan sólo intermitente. Es raro, sabés que te atrae, estás seguro. Apreciación no sólo física y vital, también intelectual. Claro que le queres dar un beso pero la impresión quedaría aniquilada –también para ella- en el instante mismo en que una serie de adulaciones fútiles salieran en torrente contaminado de tu boca rompiendo todo encantamiento, toda seducción animal.
Pero tampoco queres que la cuestión se quede en un intercambio divertido de sonrisas y sólo eso. Ese tipo de diversión intelectual –porque amas reirte de los aburdos en general pero sobre todo si en ellos están involucrados vos y tú creación- no es quizás lo que buscas para este día.
No podes contenerte. Tu instinto hacia la diversión –quizás sólo una excusa para no hablar de realidad- puede más. Seguís a la distancia, optas por no acercarte. Ni una palabra. Ahora te está sacando fotos, vos en el médano posas, y ella, con su amiga un poco más abajo hablando y sonriendo. No podés hacer otra cosa, hay algo demasiado fuerte en vos, te reís sólo, aunque ellas no alcanzan a ver. Dejas pasar un rato, miras el libro pero no lo lees, tirado en tu toalla haces cómo si, total para ellas da igual, la contribución a la escena es la misma. La miras, ella mira, haces que lees, volves a mirar, vuelve ella también.
Y llega el cúlmine. De este moméntum lo depende todo.
Dilema.
Agarrar la toalla, cerrar el libro, desaparecer tras el médano, conseguir la escena perfecta. (Claro que, sabés, eso sería lo mismo que no cerrar el libro.)
O atreverte; desdeñando la diversión, la perfección, incluso parte del ensueño. Eso ya de por sí quedaría perdido, el ensueño, tu enamorado.
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Por esa satisfacción efímera arriesgar la perfección del cuadro. Pero no sabe qué tan efímera. Hay algo que escuchó en sus libros pero no conoce. No conoce, y le gustaría. Y de ahí la tensión: lo oscuro atrae.
Sabe lo que va a arriesgar. (¿Sabe?) Porque ahora va. La primera mano ya quedará perdida, y en la segunda se decide todo: recuperarse y ganar mucho más o enterrarse todo en lo profundo. A esas reglas se somete ahora que se acerca. Porque como si fuera poco cree conocer las reglas.
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Yo sé que de la primera vez depende mucho. Y es esta la tuya. No pensas darlo todo de una, algo de instinto conservador aún te queda. Por eso te mantenes callado, no decís hola, tan solo sonreís y te sentas al lado. Y su amiga ya desapareció, eso está claro para todos menos para vos.
De piernas cruzadas en la arena le acercas la cabeza a su cuello la sentís en profunda percepción. El aroma a mujer era lo que no tenías pensado, no lo considerabas en tu escenita. Los cabellos se rozan, tu tez y la de ella, algo te entrecierra los ojos y te encanta. Conforme por el improvisto, te convences de que lo que acabás de descubrir te evita perder en primera, crees que alguien lo pensó antes que vos, previó aquel detalle, la anulación del desencanto esperado.
Pero como no entendés, tampoco podés separar en momentos. Y sin que nadie te diga llega el segundo, cuando te informan cómo salió todo. Porque le das el beso. Y todo va bien, ya empezás a aceptarlo.
Te engañas, porque todavía no terminás de asimilar aquel aroma, no podés ver claro.
Sabemos y sabés que sólo es cuestión de tiempo poder ver en la oscuridad. Y empezás a detenerte en algo que no habías tenido en cuenta. No es la primera vez esta tarde, de vos se apodera el desconcierto.

No lo tenías pensado. No.
Lo que creías sólo un medio,
una forma de expresión.

Acabás por comprender la sinrazón.
En este modo complejo,
no son uno sino dos.

Nada de eso conocías
y es suma tu consternación,
que de alguien más que vos
dependa la sensualidad
y la diversión.
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No la percibís viva,
Ni la sentis presente.
Mira sólo y sonrie
responde a otra explicación.

Los labios entrelazados
impensable escapar completo.

Empezar vos también
resignación
participar
sin opinión

Y si era antes una
ahora ya son dos,
los autómatas en besando.

La angustia ya te habras dado cuenta te invade. La alejás algo y la mirás, quizás con un poco de distancia puedas comprender más.
Pero vuelve a no mirarte.
Te levantás de un sólo movimiento, corrés, salpicás, nadás, nadás y te desmayás.

de 30 de mayo de 2007

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