viernes, 10 de septiembre de 2010

Callate, solo para ver que pasa.

Esa seguridad. Que te deja reirte de todas las csosas, igual siempre.
Decir sí, no, ponerte seria, reirte, llevarlo todo de aquí para allá, como si lo estuviera premeditado, no por vos. Tan duro. Como si estuviera pavimentado.
Tu falsa elegancia,
tu elegancia aprendida de manual de tapa dura.
Largas o cortas conversaciones en las que puedo estar sin estar, en las que solo puedo estar sin estas, y vos también.

Te gusta, ya sé,y como somos vecinos, y cada tanto nos cruzamos, cambiamos palabras, de esas sin sentido.

El silencio instituido también en el manual de lo prohibido, el silencio es solo para los velorios, y solo al principio. El manual de la mala educación y la carencia de tacto, hombres sin encanto en silencio, introvertidos o aburridos.

Lugares comunes para acallar tu incertidumbre -lo único que queres acallar. Lugares que todo lo invaden, calles y ahora también paredes pavimentan.
Por aquí, por allí, la vida como eterno medio, el medio como elegancia -la del hombre que camina hacia alguna parte, no sabemos a dónde pero tampoco vamos a interrumpirlo para preguntarle, si parece tan apurado.

Los lugares comunes son ya los únicos, los zapatos se arruinan en calles empedradas -ni hablar de tus tacos-, y nadie puede ya callarse, solo para ver que pasa.

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