domingo, 19 de septiembre de 2010

Dobles engaños

Juegos como golpes de cadera, como movimientos con las manos levantadas.
Y eso que está prohibido levantar las manos, aunque nadie lo diga, y cuando les preguntan sobre el tema contesten que se trata de ir a favor de la gravedad,
¿Para qué ir en contra de la gravedad?
¿Alguien tiene una buena razón?
Se me ocurren las figuras, por decir algo, y como no soy bueno con el lápiz me dedico al espacio y el tiempo.

Aprendí observando pájaros. Cuervos que competían por quitarle el lugar a las palomas. Su encanto era el de quien hace que salta cuando en realidad va a volar, me dije la primera vez.
Con el tiempo me di cuenta de que estaba confundidísimo. Salta. Tan solo salta, y hace el doble engaño. El de hacer como si saltara.
Doble engaño, artilugio -harto de moda por cierto-, el de hacer como si nada, como si solo pasáramos el tiempo y esto no fuera serio. (Los días, poco serios).
Yo escribo y esto no es serio pero si tú y tú y tú se lo creen, si vos te lo crees y yo me lo creo, ya es otra cosa.
Los pájaros no vuelan. Los aviones tampoco. El vuelo es como dios. Son esas cosas de las que el hombre se convence tanto, se le prestan tan poca importancia, tan irrelevante que... Dobles engaños.
Ahora resulta que todo el mundo quiere volar, pero…ya saben que no pueden. Se los explicaron en el curso de biología. “No eres un plumífero alístico-vertebrado”, dijo la profesora. Tampoco un colibrí.

Claro, primero había que creer que existía algo así como volar. Burlar la gravedad por un tiempo indeterminado, bastante largo. Ingenuo, me dicen. Me lo creí.

Hasta que me quedé pensando en el cuervo este que vi una vez. Un cuervo en la realidad, disputándose con un puñado de viejas palomas la plaza en torno a una mezquita.

Entendió lo de los saltos, y los dobles engaños.
Quería aprender algunas palabras. Diseñó actividades para todo el año, como si nada. Dijo querer investigar de pájaros y plantas, alegando que esas eran tareas del siglo XIX, y que entendía que ya a nadie le importaran. A él tampoco, dijo, aunque mostrando un empeño sospechoso. Siglo XIX, siglo 19, agregaba en medio y al final de las oraciones, para convencer a todos.
Fue un doble engaño como tantos otros. Haciendo como si nada. Como si nada se volvió extrovertido, se levantó una chica. No paró de sonreir la primera noche que le sacó un beso, pero ella no llegó nunca a pensar que no se tratara más que de nada, simplemete. Se puso a escribir, apareció y desapareció y volvió a aprecer en otra parte, como si nada.
E hizo de los días eso, dobles engaños, desaireando psicoanalistas moralistas y chamanes de mármol blanco.
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario