jueves, 14 de julio de 2011

Chiflando moños


En pleno Coronel Diaz se prende fuego el hombre de traje blanco. El cielo estaba gris. Los linyeras negros. Descubrí la lapicera en el papel entonces no estaba escribiendo, por el contrario, estaba bailando. Quise llorar pero las gotas solo caían del cielo. De mis ojos un coro de niños hablaban de la muerte, otra vez.

Los autos chocan, un camión sale volando, la gente se pone a matarse entre sí. Violaciones. Centinelas se arrancan la cabeza. Esa es una versión.

La otra son dos tipos hablando "Hola che ¿Cómo andás? De donde sos?"
-Chacabuco ¿Vos?-
-Yo también, que casualidad-
- En que calle vivís-
-Lavalle y catamarca-
-Pará, yo también. Cómo es tu casa?-
- Es la del número 568, la naranja y verde-
-Yo vivo ahí también, ¿Cual es tu nombre?-
-Juan Perefigue-
-El mío tamibén, no puedo creerlo-
-¿Papá?-
-¿Hijo?-
Se dan un abrazo y la obra termina.

La tercera versión es en la que se ponen a cantar y bailar, algunos juegan a la pelota, otros se bajan de los autos y se ponen a abrazarse uno a los otros, muchos salen corriendo y riendo, jugando como si el mundo fuese nuevo a cada segundo.

Todas hablan de los principios ordenadores. Todo orden nuevo establece un nuevo desorden. De ahí tal vez que el rock ya no rompa nada, y que el arte caduque cada dos por tres. Me siento en el momento de querer cortar con ese mambo y declarar la importancia de no tener principio. Después es todo una cuestión de Fe, ya lo dijieron alguna vez, todo sistema religioso, político y financiero, funciona con confianza y eso no es otra cosa que esperar la promesa. Esa espera aturde a la vida, la promesa no es el problema, tal vez la cosa. Nuevas concepciones de felicidad que no definan?

"La revolución empieza con la palabra!" Esto lo digo rodeado de mugre en un día gris, curioso como se vuelven a construir las esperanzas, por mí cuenta vuelvo a la lapicera en el papel, quiero bailar mientras escribo.

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