viernes, 13 de agosto de 2010

Cuento con nombre de pintura.

 

Me sali de tu juego. Con los dos pies.

Si claro, disculpame la indiscrecion. Lo peor, sabes, es que entre con los pies, y no solo me sali del juego, sino que los saque a todos por un rato.

Fue cuando pase la raya. Que raya?

La que hago con mi soga. Sí, sí.

Mira yo hago rayas, yo trazo rayas en el suelo, en el aire. Tengo una soguita. Así digo yo, otros dicen soga, con respeto.

(Y la nena, se puso a filosofar).

Estaba ahí, y todos, todos toditos, se salieron del juego. Creo que fue cuando yo salté, por arriba de la soga, ahí, adentro de la pista.

Ya sé que no sueno como una nena, si no soy. Miren, lo único que les puedo decir, es que yo no sé, todos piensan que soy un poco tonta, ingenua me dicen, –aunque hacen silencio cuando hago oraciones tan largas, (una nena de once años con rayitas y paréntesis)-, pero yo creo que si todos se quedaron tan calladitos, cuando hice el primer salto, no fue porque sean unos babosos, como se dice, porque la pollerita se me levantara, y encima de que ya era corta.

Los ví, eso sí, que se quedaban con la boca abierta, pero creo que los sorprendió, eso de que levantara las dos piernitas al mismo tiempo, que doblara las rodillas, y bueno, la pollera levantándose tenía algo que ver, no se puede negar, pero era más la gracia.

La soltura, digamos, creo que sí, eso los mató de envidia, aunque no, no era envidia, les hizo un agujerito, en el cuarto oscuro ese y en el corazón.

O les hizo ver, sí, eso fue, les hizo ver que ya lo tenían, el agujerito, y les dió un dolor, ay…

Pero yo sé como son, saben olvidar rápido, porque…

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