domingo, 9 de mayo de 2010

Crecimiento y desarrollo de los sedimentos que se acumulan en torno al sol

Un hombre con barba y un gorro tipo campo, una boina, pero no a lo che o a lo francés, sino una boina a la de su abuelo ferroviario, y tampoco un hombre, mas bien un hombrecito escondido detrás de una barba, en una plaza desolada, sin mate en la mano, esta vez, escribiendo poemas que no sabe si los va a leer. El cielo está gris en la ciudad, y desde que su ventana da a otra ventana, se acuerda del barrio, de los descampados sin dueño, de los vecinos, le agarra nostalgia, de la peor, de extrañar una realidad que no fue, pero era posible. Pero transitó otros caminos, en verdad, no hizo nada, ni gambeteó, ni la tiró al almbrado, solo se quedó parado como un boludo mientrás le pasaba la jugada. Ahora se esconde detrás de la barba, ahora que está todo gris y que su vieja no está, que su ventana da a otra ventana y que su viejo no está, que no hay sillón para dormirse y sólo hay un banco de plaza gris, quieto y frío, que lo invita a ponerse a escribir,


:-- Cuando hablo con vos, me gusta empezar a citar mi pasado veterano en guerras perdidas, en esperanzas pisoteadas, en niños suicidas. No espero sacar mi carta mas patética, aún no. Mi estrategia es en un principio hablar con palabras de otros, literatos y poetas que me hubiese gustado que nos presenten, logrando ser ya un conocido, sin pasar por las burocraticas institucioens para demostrarte quien soy. Mi táctica es quererte, aunque aún no te conozca y contarle a mis amigos de vos, de tus mañas, de como pintas jazmines violetas en el aire con la mueca de tu risa, con la sombra de tu mirada.

Un
gris indistinguible, algunos dirán, un cielo y el mar, el cielo, el mar y las nubes, una en especial, las naranja sabor ocaso oxidado, el mar, el cielo, las nubes y alguna estrella, el mar, el cielo, las nubes, las estrellas y la luna, la vida y la muerte, tal vez otro me recuerde, me distinga, ¿Qué estaría haciendo Fede si estuviese acá en esete momento?... ahora, en este momento, estaría en una noche suave y fría en la casa de mis viejos, escribiendo, en la nostalgia, esa que tanto me gusta, esa que me acompaña por calles porteñas cuando ando sin rumbo, buscando la muerte, esa que me acompaña cuando me tiro de cabeza a una pileta en lo oscuro, cuando encaro a una mina, esa que bebo en el vaso de wisky, en la ginebra, esa de cultura que no es mía, esa de cultura que empieza a ser mía, esa de identidad robada, esa de personaje de libro que no escribí, esa de personaje que es el mío, ese que soy yo, esa que es la mía.

Me duele que mis pasos sean más largos que mi medida, me duele, todavía, que mis ojos se claven en un charco; piso las pisadas que se siguen revolcando en el piso donde yo pasé y donde me senté esperando el otoño, dejando que se me vaya el día, por el desague del baño, por la bañera ya vacía :--

Después de la plaza, se encontró en la costanera mirando al otro lado del río, por primera vez realmente. Allí, en ese lugar y en ese momento, se dio cuenta que tenía el cuaderno en el bolsillo, le dio hambre, se mangrulló un choripan, se sintió rico, le dio miedo la noche y se volvió rápido a su departamento del quinto piso, con un poco de miedo que le chorearan, a mirar otra vez por la ventana, a mirar otra vez, a darle una revancha a la vida...

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